(Romanos 8:15; Gálatas 4:6; Filipenses 2:8).
En la cultura latinoamericana hablar de paternidad no deja de ser un asunto delicado, ya que hay hombres que han asumido con responsabilidad su rol de papás, pero también hay otros especímenes andando por ahí con ínfulas de sementales a los que no les importa procrear niños y luego dejarlos abandonados como si fueran perritos.
Así es que cuando uno quiere explicarle a alguien que la Biblia presenta a Dios como Papá, no se sabe si lo estamos dejando bien o mal parado, pues para muchos la figura de la paternidad o no existe o es un completo desastre. De forma tal que en ocasiones, buscando la manera creativa de comunicar el concepto de la paternidad de Dios, hay que decir cosas tan curiosas como: “Mira, Dios es un papá, pero un papá que tiene corazón de mamá, lleno de amor”.
Para los judíos la figura del Dios Papá no es complicada de entender, pues la imagen que tienen de él es la de: un proveedor, un cuidador, un maestro, un guía, un consejero, una autoridad delegada por Dios, el sacerdote de la casa, el único esposo de mi mamá y quien me va a dejar en herencia todos los bienes que logró acumular. El apóstol Pablo le explicaba a sus oyentes que cuando una persona por la fe entrega su vida a Cristo y nace de nuevo, espiritualmente, Dios le envía al Espíritu Santo, para que se quede a vivir dentro del cuerpo de ese nuevo cristiano.
Ese Espíritu Santo es quien lo convence de que ya no es un esclavo, sino un hijo, por lo cual le hace exclamar: “ABBA”. Y «ABBA» es una palabra del Nuevo Testamento Griego que procede del arameo, y significa “Papito” o “Papi”. Era la palabra que el niño pequeño le decía con ternura a su papá.
¡Qué espectacular noticia! Dios es mi Papá, pero un Papá al que debo amar, oír, respetar, seguir y adorar. Por eso Jesús siempre oró al Padre con confianza y respeto, no como a un esclavo, sino como a su Padre Eterno. Jesús no le decía:
“Oye viejo, sabes qué, ese asuntito de morir en la cruz y que me den golpes y se burlen de mí no me cuadra, no es muy «nice». O sea, yo pienso en algo más suave, algo súper híper mega espectacular, algo bien sensacional, que vaya con mi estilo. O sea, algo propio del Hijo de Dios, tú sabes viejo, yo no soy cualquier gentuza”.
Jesús por el contrario, siendo Dios, se postró y se humilló ante su Papito y lo obedeció hasta la muerte, y muerte de cruz. Por eso le expresó: “Hágase tu voluntad y no la mía”.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.