– ¿Papá crees en la predestinación, en que el destino ya está trazado y no podemos zafarnos de él? ¿Será que Dios ya estableció que me dieran o negaran el empleo?
– Lo que puedo decirte ahora es que tu entrevista de trabajo es a las 10 de la mañana, y ya son las ocho, y estás muy tranquilo viendo televisión y no te has preparado, ni bañado ni vestido. Y lo más probable es que si sales tarde a la cita deberás conducir muy rápido, y por ello te podrán poner una multa. Y te vas a enojar muchísimo si el tráfico está pesado. Y te pondrás peor si infortunadamente se te pincha una llanta. Y es factible que llegues al compromiso tarde, sucio, sudado y de mal humor. Y como no te preparaste lo suficiente te mostrarás inseguro y dejarás una mala impresión. Y como producto de todo esto te negarán el empleo y luego la emprenderás furioso contra el país, contra los políticos corruptos, contra la economía mundial, contra la aparente mala suerte y llegarás a la errada conclusión de que tu destino era no tener ese trabajo y que estás predestinado a fracasar, a tropezar siempre y a no prosperar. Aunque también pudiera darse el caso de que repases bien lo que vas a responder en la entrevista, te vayas a bañar temprano, te vistas y salgas con mucha antelación a tu compromiso y por ello no te molestes para nada si el tráfico estuviere pesado. Y menos te irritarías si se te pinchara una llanta, pues conducirías disfrutando de tu música preferida y tendrías tiempo para secarte el sudor y limpiarte la grasa de las manos. Al entrar en la oficina lo harías a tiempo, de buen humor, bien presentado y preparado. Además demostrarías seguridad y buena actitud, algo muy importante para dejar una muy buena impresión. Y como ya sabes que con nuestros gestos y nuestro cuerpo expresamos mucho más que con nuestra boca, inconscientemente le estarías transmitiendo a tu entrevistador que tú eres la persona indicada para ocupar la vacante. Y claro, lo más factible es que al obtener el empleo te derritas en elogios y en palabras de gratitud para con Dios, para con tus padres, para con el país, para con el gobierno y la economía mundial. Y como conclusión dirás que tu destino era trabajar allí, que estás predestinado a triunfar y a prosperar en todo lo que emprendas en la vida.
– Entonces, todo depende de mí mismo, de lo que haga a cada segundo. Aunque Dios ya sabe lo que voy a decidir en el futuro, soy yo el que decide. Él no me ha hecho un robot, sino un ser que decide y asume la responsabilidad. Gracias Papá. ¡Voy al baño!
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.