Juan había llevado el sábado anterior a todos los adolescentes de su grupo a un paseo un poco extraño, pero el cual siempre resultaba muy enriquecedor, motivo por el que los padres autorizaban la excursión sin que sus hijos sospecharan a dónde iban y de qué se trataba la salida.
Los chicos simplemente abordaban los autobuses muy de mañana con todo y su equipo y se disponían para un supuesto día de campo en las afueras de la ciudad.
Reunidos en el gran salón, como acostumbraban cada sábado en la tarde, Juan les hablaba:
“Bueno amigos, yo sé que nuestra salida a un cementerio del sábado anterior primeramente fue de sorpresa, después de rechazo, luego de enojo, posteriormente de reflexión, y ahora, una semana después, todavía sigue siendo de rico aprendizaje.
Y me alegra mucho. Creo que ahora cada uno de nosotros puede entender qué fue lo que quiso expresar el sabio Salomón cuando escribió en Eclesiastés 7:2 que es de mayor aprendizaje ir a la casa del luto que a la casa del banquete, pues la muerte es el fin de todos los humanos y por ello es conveniente que lo recordemos mientras vivamos.
La muerte tiene para cada persona un significado diferente. Para los dueños de funerarias es un negocio. Para los cineastas un tema de terror. Para los reporteros una información y para los poetas un motivo de inspiración.
Pero para los cristianos la muerte no es el final, sino el comienzo. No es la llegada, sino la partida. No es abandono, sino graduación. Y no es fracaso, sino promoción.
Pero no por ello debemos procurarla antes de tiempo, ni atraerla por descuido, imprudencia o irresponsabilidad, sino tomarla como una transición de una vida temporal aquí en la tierra a una vida eternal allá en el cielo.
Eso es lo que creemos los cristianos y no es ficción. Y quiero felicitarlos por las excelentes reflexiones que me entregaron. De veras que hay comentarios notables sobre el cómo vivieron esa experiencia.
Por ejemplo, alguien de ustedes escribió que para estar muerto no hay que llegar a la tumba, sino dejar de tener un motivo para vivir.
Otro dijo que morir es cambiarse de ropa, dejar un vestido de carne y hueso mortal para ponerse un traje inmortal, lo cual es una verdad teológica.
Otro dijo que aprendemos a vivir cuando aprendemos bíblicamente sobre lo que es el morir.
Y alguien más dijo que morir con Cristo es vivir, pero vivir sin Cristo es morir.
Los felicito, han hecho ustedes muy buenos aportes. Muchas gracias.”
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.