Es muy gracioso y a veces vergonzoso ver cómo los niños se comportan con relación a las cosas ajenas, pues como aún no tienen incorporado el concepto de propiedad privada y respeto por lo ajeno, fácilmente se dejan llevar por sus instintos y agarran lo que les gusta. Por eso en el supermercado hay que decirles con énfasis que no tomen de la estantería ni los dulces ni los juguetes, y que no se coman nada que esté por allí sin antes haberlo pagado.
Y si es en un restaurante hay que estar vigilantes si se acercan a una mesa vecina, pues sin ningún problema estiran sus manitas y le sacan del plato las papitas, el pollo o la carne a algún desprevenido comensal. Y ni qué decir de los sustos que pasan los padres cuando los llevan de la mano por un centro comercial y de repente, cuando los mira, aparecen con un paquete en la mano. Hay que devolverse de inmediato a mirar de qué vitrina lo agarraron y a ofrecer disculpas al dependiente.
Una de las frases célebres de las mamás hacia sus hijos pequeños es: “ver y no tocar se llama respetar”. Y si que la remarcan cuando van de visita donde algún amigo. Le piden de mil maneras que se siente y se esté como maniquí, que respire nada más, que por favor no toque nada, que no le ponga las manos a la pantalla del televisor, que no hunda los botones de la computadora, que no agarre los juguetes del niño de la casa, y que si ve un florero de esos grandes y costosos, que por favor ni lo toque, ni le cambie de lugar.
Hoy en día uno puede atacarse de la risa si ya pasó por esa situación, pero si actualmente es el padre de un niño travieso o el que recibe la visita de uno de ese tipo, la angustia es terrible. De manera que hay que tenerle paciencia a los chiquillos en tanto que aprenden a controlar sus instintos, a respetar lo ajeno y a no hacer todo lo que instintivamente desean.
Y así, igualito, le pasaba al apóstol Pedro con sus hijos espirituales, por lo cual les aconsejaba que se abstuvieran de dar rienda suelta a sus malos deseos, ya que éstos batallan contra el alma. Y que aprendieran a decirle no a sus malos instintos y más bien se enfocaran en hacer lo bueno.
Esta enseñanza del apóstol sigue vigente hoy en día, pues aunque el cristiano recibe un nuevo corazón, para hacer lo bueno, y dominio propio, para frenar lo malo, su instinto pecaminoso aún no ha sido extirpado. Por lo cual es necesario vigilarnos a nosotros mismos y no permitirnos de ninguna manera hacer o decir todo lo que se nos antoja.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.