Una familia llegó hasta la perrera municipal buscando a la mascota que se les había extraviado días atrás. Después de describirles el can al empleado y presentarles algunas fotos fueron encaminados hacia el área de las jaulas, donde eran puestos todos aquellos animales que eran atrapados en la calle vagando sin dueño. Cuando el padre de familia se ofreció para ir adelante y reconocer al ejemplar, el encargado le dijo:
“disculpe señor, pero en esta parte no nos guiamos por lo que el dueño del perro dice, sino por lo que el perro dice del dueño, ahora él será quien lo identifique a usted y no a usted a él.
Algo similar ocurrirá cuando todos los seres humanos comparezcamos ante Jesucristo, pues algunos dirán que lo conocen y lo llamarán Señor, Señor, y le preguntarán que si se acuerda de que en su nombre profetizaron, y echaron fuera demonios, e hicieron muchos milagros. Otros tal vez le dirán que si los recuerda en la radio y televisión y en grandes eventos dando conferencias magistrales. Y que si tiene memoria de los grandes libros que escribieron en su nombre.
Pero Jesús no les responderá si se acuerda o no de tales cosas, o si los vio en sus programas espectaculares y magnos eventos. O si leyó esos libros o si dichos milagros que hicieron en su nombre fueron operados por Dios o por el diablo. Jesús simplemente les dirá:“Nunca los conocí, apártense de mí, hacedores de maldad”.
Y aunque tales seres aleguen conocerlo a Él e inclusive enseñar sobre Él, lo que importará ese día es si Jesús los conoce o no. Imagínate ahora, por un momento, que admiras al cantante Luis Miguel, y que sabes todo sobre su vida, sobre su relación tortuosa con su padre Luisito Rey, sobre la desaparición de su mamá Marcela, sobre su distanciamiento con la familia, sobre sus novias, sobre sus hijos, etc.
Y llegas a conocer tanto de él que inclusive das conferencias sobre su vida. Un día él va a tu ciudad para una presentación en un estadio y tú aprovechas para visitarlo. Te acercas al grupo de seguridad y les expresas a los guardaespaldas que conoces a Luis Miguel y que quisieras ser llevado hasta su camerino para saludarlo. Es así que el jefe de seguridad te pone cara a cara con el artista y le pregunta a él si te conoce. Y por supuesto él dice que no sabe quién eres tú, lo cual es verdad.
¿Qué crees entonces que pasaría? Claro, te echarían a la calle y quedarías como todo un mentiroso. Es por eso que no basta con conocer de Jesús, sino conocer a Jesús, tener intimidad diaria con Él. Esto es necesario para que cuando te veas cara a cara con Jesucristo, Él te abrace y te diga: “Sí, te conozco, tú eres mi hijo, yo te redimí”.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.