¿Será posible que un cristiano reciba una gran felicitación y se sienta dichoso por una excelsa obra que acaba de hacer o un magnífico discurso que acaba de dar y acto seguido tenga que ser reprendido por dejarse usar por el mismo diablo?
¡Oh sí! Por supuesto. Y eso le aconteció al apóstol Pedro en la Biblia. En Mateo 16:15 Pedro acaba de dar una enorme enseñanza cristológica al contestarle de manera brillante una difícil pregunta a Jesús: “¿Y para ustedes quién soy yo?”
Los discípulos le han referido al Señor lo que dicen las personas en la calle acerca de él, pero Jesús los confronta al preguntarles que piensan ellos de su maestro. Es allí donde Pedro declara una frase que en teología se considera la piedra angular de la fe cristiana: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”.
Esas breves palabras de Pedro son el fundamento, la roca sobre la cual Jesús edificó su iglesia. Es por ello que Jesús lo aprueba y lo ensalza diciéndole que es dichoso, que eso que acaba de decir no se lo reveló ningún mortal, sino el mismo Padre celestial. Y luego le añade otras frases elogiosas.
Imagínense la carita de Pedro, honrado delante de todos, sacando pecho, feliz, con la máxima nota en teología. Pero unos versículos adelante Jesús le pega un regaño que lo deja frío, tieso. ¿Qué pasó? ¿Dónde falló? ¿Será verdadera la frase de que el éxito es más peligroso que el fracaso? ¿Se le subieron los humos al apóstol?
Lo que pasó fue que Pedro trató de convencer a Jesús de que evitara a toda costa los sufrimientos de ser azotado, ultrajado y crucificado cruelmente. Y esas palabras que sonaban muy tiernas y bien intencionadas eran ni más ni menos que las de Satanás. Aunque las hubiera dicho Pedro, el apóstol y aventajado teólogo.
Sí, el diablo estaba usando a Pedro, sin que él fuera consciente, para evitar que Jesús muriera en la cruz y luego resucitara, puesto que esa era la única manera de darle al ser humano perdón de pecados, salvación del alma y vida eterna en el cielo. En pocas palabras, si Jesús no iba a la cruz, todos iríamos al infierno.
Por eso el regaño de Jesús a Pedro fue diciéndole que se apartara de él, ¿por qué? Porque le era tropiezo. ¿Y por qué el “buenito” de Pedro cayó en la trampa de dejarse usar por el diablo? La respuesta es clave y muy importante. Jesús le dijo: “porque no pones tu mente en las cosas de Dios, sino en las de los hombres”.
Atención con esto: “el diablo no tiene ningún reparo en darte éxito, fama, fortuna, o lo que sea, aún a nivel religioso, si con ello logra que no pongas tu mente en los planes de Dios para tu vida, sino en los de los hombres, o en tus propios planes”.
¡Cuidado! Es peligroso escuchar a un hermoso y tierno apóstol como Pedro diciéndote al oído, o profetizándote, que no tomes el arduo camino que Dios te ha señalado, sino el del éxito humano, porque eres hijo del Rey. No erremos, hagamos siempre la voluntad de Dios, no la de los hombres.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.