El que no come, se muere, así de sencillo. El ser humano fue diseñado para tomar alimento cada día, por lo menos tres veces por jornada: desayuno, almuerzo y cena.
Cuando el cuerpo humano prescinde de los nutrientes que le son necesarios para funcionar hace lo mismo que un motor que se queda sin combustible, se para, no anda.
Y Dios, el ingeniero que diseño los sistemas orgánico y espiritual del ser humano, así como creó los diferentes alimentos para el sustento del cuerpo, creó también el único alimento para el mantenimiento y desarrollo del espíritu: su Palabra escrita, la Biblia.
¿Y la Biblia se come? Sí, se toma, se mastica muy bien y se traga. La Biblia no fue hecha para la información del ser humano, sino para la transformación del ser humano.
Es por eso que nuestro contacto con ella no debe ser como si leyéramos el periódico del día, sino como si escucháramos la voz de Dios de manera personal e íntima.
Por supuesto que vamos a encontrar muchos pasajes difíciles de interpretar y entender, y otros poco interesantes como las listas de genealogías, pero siguiendo un plan de estudio sencillo podremos derivar de ella enseñanzas de gran valor para nuestro crecimiento.
Fue el mismo Jesucristo quien le dijo al diablo que no sólo de pan viviría el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Y lo que estaba enseñando es que el ser humano no sólo requiere de alimento físico, sino también de alimento espiritual, y ese alimento es el que sale de la boca de Dios, su Palabra, la Biblia.
El apóstol Pedro, por su lado, hablando de la importancia de comer la Biblia en un sentido espiritual, dijo en su primera epístola en el capítulo 2 versículo dos:
“Deseen como si fueran niños recién nacidos que buscan el seno materno, la leche espiritual que no esté adulterada, la cual es el estudio de la Biblia. Al consumir esa Palabra que sale de la boca de Dios, pueden crecer en la salvación que Él ya les regaló, por Gracia, cuando creyeron en su Hijo Jesucristo”.
Y de la misma manera que nadie se llena el estómago recordando las buenas comidas que ha ingerido en el pasado, ni siquiera en el día anterior, así también nadie puede nutrir su espíritu recordando las cosas lindas que enseñó el predicador el domingo anterior.
Permite que cada día Dios te pueda hablar a través del Espíritu Santo usando su recurso preferido: su Palabra.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.