Qué gracioso es ver en algunas películas la manera como se ridiculizan a algunos predicadores supuestamente cristianos. Y aunque es risible, también es ofensivo, porque de ninguna manera esos personajes son representativos de los verdaderos líderes cristianos que con conocimiento teológico, seriedad, sencillez y amor por las almas, enseñan la Biblia. Los comediantes no están imitando a verdaderos expositores bíblicos, sino a estafadores que hacen de la fe grandes y lucrativos negocios.
Y el problema no es nuevo, ya el apóstol Pablo los denunciaba en 1 Timoteo 6:3-5 diciendo que había que apartarse de los tales, que aunque presumían de ser muy doctos, tenían el entendimiento corrompido. Hay una anécdota con uno de esos personajillos al presentar un examen:
– Roberto, dinos a los miembros de este concilio cuál es tu libro preferido de la Biblia.
– Verán señores examinadores, para mí, que anhelo aprobar esta evaluación para ser un predicador, el mejor de todos es el libro de las Parábolas en el Nuevo Testamento. En él se relata que hubo una vez un hombre que iba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de ladrones y las espigas crecieron y lo ahogaron.
Pero siguió adelante, sin un centavo, hasta que se encontró con la Reina de Saba, quien le regaló mil talentos de oro y plata y cien mudas de ropa. Luego subió a su carroza y condujo tan alocadamente que al pasar debajo de un árbol su cabello se enredó en una rama y quedó colgando sin tocar el piso. Permaneció allí durante muchos días y muchas noches y los cuervos le llevaban pan para comer y agua para beber.
Una noche mientras dormía colgado su esposa Dalila vino y le cortó el cabello, por lo cual cayó sobre pedregales. Luego comenzó a llover y llover si parar durante 40 días y 40 noches. Entonces se escondió en una cueva; aunque después salió por los caminos y vallados forzando a la gente a entrar y diciéndoles: “ven a cenar conmigo a la cueva”.
Se fue luego a Jerusalén y vio a la reina Jezabel sentada en una ventana muy alta. Cuando ella lo vio, se rió, por lo cual él ordenó que la tiraran por la ventana, y la tiraron. Y volvió a decir que la tiraran otra vez, y otra, hasta setenta veces siete. Y de los pedazos de ella recogieron doce cestas llenas y preguntó: “¿en el día del juicio, de quién será esta mujer?”.
Por supuesto que el anterior relato es pura ficción, es una mera ilustración para sacar algunas buenas sonrisas. Y es también un relato que nos permite extraer una buena moraleja: «el evangelio es para vivirlo, no para vividores. Es un regalo divino, no una mercancía humana. Y se da, no se vende».
Si quieres seguir recibiendo los «Devocionales en Pijama» cada día, en tu correo electrónico, o para que le llegue a un amigo, suscríbete a nuestro boletín gratuito en la parte superior derecha de esta página. Saber tu nombre, apellido y país, nos permitirá escribirte de manera personalizada y compartirte notas de interés en tu país.
Si quieres que seamos amigos en Facebook sólo marca «Me gusta» en la siguiente página: https://www.facebook.com/donizettibarrios
Ahora, si deseas disfrutar de buena música orgánica con sonido estéreo digital de alta resolución, da clic AQUÍ.
Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.