Cantidades de veces hemos oído y leído que el pasado es pasado, que no lo estemos recordando, que desechemos las cosas viejas y nos concentremos en la nuevas que Dios ha preparado para nosotros. Y eso es verdad, no vayamos ahora a contradecir esas tesis que tanto bien nos han hecho. Es más, debemos reafirmarnos en ellas.
Y al corroborar dicho pensamiento precisemos que el contexto de olvidar el pasado es el de desechar las cosas malas que el Señor ya nos ha perdonado, obras muertas de las cuales nos hemos arrepentido y las hemos dejado, como a todo muerto, sepultadas y sin deseos de desenterrarlas. También debemos dejar en el olvido las viejas enemistades, los rencores, los malos momentos y todos los malos recuerdos que nos pueden arruinar el presente y hacernos árido el futuro.
Sin embargo al leer textos como el de Salmos 77:11-12 y otros afines, somos motivados a hacer memoria de las grandes obras de nuestro Dios, de sus notables y asombrosos hechos a lo largo de la historia. Pero no sólo a quedarnos allí, en la evocación de dichas hazañas, sino a hablar de ellas, contárselas a las nuevas generaciones, para lo cual sería aconsejable recrearlas con un lenguaje moderno y ubicarlas en escenarios que podamos identificar fácilmente en los mapas actuales.
Recordar las grandes obras de Dios y hacer el inventario de todas las bendiciones que nuestras familias y nosotros mismos hemos recibido por su amor y misericordia es llenarnos de ánimo, es inyectarnos una buena dosis de fe, de esperanza y amor.
Por eso vale la pena visitar el pasado, no quedarnos a vivir allí, ni siquiera en los viejos laureles del triunfo, no, ir sólo de visita, para recargar nuestras baterías. Y luego volver a vivir en el presente, donde construimos las casas que habitaremos en el futuro, donde cocinamos lo que hemos de saborear en el futuro.
Sí vale la pena hacer excursiones al buen pasado, al noble, al grato, y es por ello que en nuestros hogares tenemos álbumes de fotos, diplomas, cintas y medallas en las paredes. También trofeos y reconocimientos en los anaqueles de la biblioteca, y postales, tarjetas, cartas y hasta los cabellos y ombligos de los hijos. Sí, hay un recordar que es vivir, no morir.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.