¿Podrá alguna vez una señorita decirle a un apuesto joven que se hastió de sus regalos y sus flores?
Sí, si el chico no la ama, si no es sincero en sus intenciones, si la engaña, si le miente y luego pretende disimular todo con canciones, chocolates, regalos y flores.
Esos detalles que en condiciones normales derretirían a cualquier dama, a una que se siente burlada le provocan enojo e indignación. Inclusive le dará deseos de estrellarle el florero en la cabeza al sinvergüenza que se lo trae y de hacerle comer los chocolates y las flores.
Algo similar le aconteció a Dios según lo que relata el profeta Isaías en el capítulo uno de su texto. El autor sagrado le dice al pueblo que ellos tienen hastiado al Señor con su religiosidad e hipocresía.
Ellos convocan asambleas, hacen reuniones espectaculares, ofrecen sacrificios de animales, queman incienso, dan hermosos discursos, hacen larguísimas plegarias y llenan el almanaque con decenas de fiestas religiosas, pero no hacen la voluntad de Dios.
También recogen millonarias ofrendas, realizan cientos de congresos, cumplen con miles de ritos, se presentan súper elegantes y bien perfumados a las celebraciones y se les llena la boca diciendo que son el pueblo escogido de Dios, que son lo más especial de este mundo, pero hacen lo que se les viene en gana.
Dios incluso, a través de Isaías, llega a ofenderles de manera terrible al decirles que ellos sí son unos príncipes, pero no de Él, sino de Sodoma y Gomorra.
¡La comparación es brutal! Sodoma y Gomorra fueron dos ciudades destruidas por el Señor debido a que se habían convertido en foco de pecado e inmundicia. Y los israelitas estaban actuando de igual manera, en abierta rebeldía.
Isaías les expresó:
“Ustedes maltratan, matan, mienten, se burlan de la justicia, no amparan ni a la viuda ni al huérfano, escriben libros hermosos y dan sermones preciosos sobre el amor, pero no dan ni un céntimo de él.
Ya basta de esa falsa religiosidad. Dios no quiere festividades religiosas que se convierten meramente en eventos culturales y comerciales. Dios no quiere rituales vacíos que se hacen por cumplir con una agenda y una costumbre típica de una comunidad.
Por Dios señoras y señores, pónganse la mano en el corazón y reflexionen. Lo que el Señor espera de ustedes es su amor sincero, su entrega y devoción, sus palabras de amor y gratitud para con Él cada día.
Dios quiere ver sus buenas obras en favor de los demás, su apoyo a las personas necesitadas, su justicia y honestidad. Si ustedes obran así Dios se va a enternecer y se los va a comer a besos”.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.