Tal vez fuera preferible para nosotros los seres humanos que el Salmo 46 dijera que la tierra jamás será removida, que los montes nunca serán traspasados al corazón del mar, que las aguas nunca van a bramar ni se van a turbar y que los montes no van a temblar. Pero no es así, la historia debe seguir su curso y los fenómenos naturales deberán acontecer, queramos o no, pues no fue Dios quien trazó ese destino, sino que el hombre lo ha provocado.
Pero Dios, quien conoce el futuro, nos ha advertido sobre la ocurrencia de tales fenómenos y nos ha dicho que aunque los mismos se van a dar, Él nunca permanecerá indiferente, sino que estará pronto a darnos auxilio, a ayudarnos.
Sería mucho más popular decir que el planeta va a estar cada día más tranquilo, que no habrá eventos catastróficos y que el mundo abrazará la paz. Pero decir eso sería ir en contra de la verdad, pues quien ha leído aunque sea una parte de la Biblia sabe bien que se ha profetizado que cada día habrá más guerras, pestes, terremotos, huracanes, muertes, destrucción y catástrofes en general. Y decir eso no es ser negativo, o ave de mal agüero, sino reconocer que esos problemas se vienen encima.
Y tales eventos no se están dando porque Dios los trazó así en un plan malévolo contra la humanidad. No, jamás, por el contrario, el corazón de Dios se duele al ver lo que el hombre le ha hecho al planeta que creó y que le entregó a él, su criatura más inteligente, para que lo administrara.
Y aunque es Dios, respeta el libre albedrío que le dio al ser humano, por lo cual, aunque permite ese caos, y nos advierte sobre el mismo, también declara que Él no estará ausente, y que su gracia, favor, amor y misericordia, siempre estarán disponibles.
Es como el caso del padre amoroso que le advierte a su hijo de las consecuencias de sus malas decisiones y le ruega que las reconsidere, pero finalmente, en lugar de amarrarlo con cadenas a la pata de la cama, lo deja en libertad de hacer lo que quiera, sólo que le agrega:
“Ya te he advertido que te van a suceder cosas terribles sino corriges, pero aún así, aunque tu terquedad desate tormentas, quiero que sepas que voy a estar contigo, listo a correr en tu ayuda, en el momento que me necesites. Jamás olvides que te amo.”
Dios siempre está dispuesto a darnos la mano y a socorrernos en todo instante de la vida, sin importar que tan grande sea la calamidad. Incluso, ha llegado a decirnos que aunque el hombre acabe con este mundo, Él ya ha preparado uno nuevo para el futuro.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.