Es muy frecuente ver hoy en día el que una persona adelante trámites para obtener una ciudadanía diferente a la que recibió en su país de nacimiento. Los motivos son generalmente porque se desea lograr una mejor condición de vida en el nuevo territorio, o por requerimientos laborales, o porque se ha contraído nupcias con alguien de ese otro lugar, o porque se desea regresar a la nación de los ancestros.
Cualquiera que sea el motivo, quienes descienden de españoles, italianos, japoneses u otras nacionalidades, y aún quienes acuerdan matrimonios sólo para cumplir con trámites legales, se dan a la tarea de contratar abogados, reunir documentos y pagar altas sumas simplemente para ostentar la nueva ciudadanía y poder vivir de manera legal en el nuevo estado.
Para alegría de todos los seres humanos la buena noticia es que sin importar donde se haya nacido hay una ciudadanía que está disponible de manera gratuita para todos aquellos que deseen obtenerla. Se trata de la ciudadanía para un reino que no es físico, sino espiritual, es el Reino de los Cielos. Allí hay aceptación para todos, perdón de pecados, salvación del alma y acceso a riqueza sin límites.
En esta nueva patria al naturalizado lo hacen parte de un nuevo linaje, lo hacen Hijo del Rey y se le declara rey y sacerdote. La ciudadanía se puede obtener desde el momento en que se solicite, es inmediata. Pero para trasladarse definitivamente al nuevo lugar de residencia hay que terminar de vivir en este mundo físico.
Y aún sin haberse mudado a su nuevo hogar, por el simple hecho de tener el status de ciudadano, al beneficiado le son conferidas numerosas prerrogativas por anticipado.
Algunas de ellas son: una comunicación permanente y gratuita con su padre, el Rey; recibir perdón; acceso a los planes de salud física, mental y espiritual; acceso a los cajeros automáticos para obtener apoyo financiero; y otros recursos más que a través del estudio de las leyes de ese nuevo reino se pueden ir logrando.
La aparente dificultad está en que para ostentar la nueva ciudadanía hay nacer en ese reino, no vale el casarse con un ciudadano de allí o descender de ciudadanos.
Hay que nacer de nuevo, pero espiritualmente, por la fe, a través de la obra del Espíritu Santo, quien es el que engendra hijos para el Rey del lugar.
Si deseas esa obra milagrosa en tu vida, ahora mismo, sin tardar, habla con Dios, pídele perdón por tus pecados y dile que entre en tu corazón y te haga la clase de persona que él desea que tú seas. Dios lo hará.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.