Doña Dolores, doña Angustias y doña Soledad son las tres damas del barrio que siempre se juntan en la tardes para tomar el té y para hablar de sus congojas, de sus lamentos y tristezas.
Ellas son expertas en atesorar malos recuerdos, es más, los buscan y los coleccionan diligentemente como quien guarda una joya de familia.
Y justamente para ellas, y para personas afines, el fragmento de esta canción:
“Estas tres vecinas parecieran al cielo rogar
que algo malo les haya de pasar,
para así en las tardes reunidas entre amigas,
otra desgracia tener que contar.
Dolores, Angustias y Soledad,
urracas parlanchinas del mal,
nunca una historia amable han de citar,
aunque la fortuna un beso les venga a dar”.
Y así como estas tres damas son expertas en quejas y lamentos así hay seres humanos que siempre tienen algo triste para hablar, son los reyes de la melancolía, personas a las que siempre les gusta estar despertando lástima.
Ellas están aguardando pacientemente que alguien las ofenda o las lastime. Y tan pronto reciben la ofensa, entonces, como si fuera una valiosa joya, la guardan en un estuche de terciopelo para estarla mostrando a todo el mundo y quejándose de las injusticias de esta vida.
Tantas veces han contado las mismas tristes historias que ya se las saben de memoria, pueden recitarlas cientos de veces con los mismos pelos y señales, con fechas, nombres y lugares.
Llevan inventarios detallados de cada uno de los vejámenes que han sufrido y sólo esperan que alguien nuevo al menos les preste oído por un minuto, para soltarles en automático el mismo cargamento de lamentos que tienen a la mano.
No importa que sugieras otros temas de conversación, de alguna manera se las ingenian para caer en los suyos y recitarte sus libretos de congojas.
Estas personas no quieren saber nada del perdón, para ellas el perdonar y olvidar sería un desastre, pues les arruinaría el próspero negocio de producir lástima en los demás.
Esta clase de gentes le huyen al éxito, a la dicha, al amor, a la salud y a la prosperidad, pues se han convertido en profesionales del sufrimiento.
Y si no sufren realmente, pues se inventan los motivos, ya que hacen de cualquier tontería, un drama.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.