(Juan 3:16; Romanos 8:14-16, 29).
Uno de los grandes anhelos de todo padre es escuchar que entre los primeros balbuceos de su hijito se le salga un “pa… pa”, y cuando eso ocurre el hombre salta de la emoción, corre a contárselo a su esposa y a todos sus familiares y amigos.
Algo similar acontece en el corazón de Dios, a quien durante 19 siglos en el Antiguo Testamento se le llamó “Adonai”,” El Shaddai”,” Elohim”, pero nunca Papá.
Y gracias a que Jesucristo hizo una obra espectacular al redimir a la humanidad, ahora, para gran dicha del Padre Todopoderoso, puede escuchar de los labios de un ser humano la palabra Papá, es más, ni siquiera Papá, sino Papi, Papito o Papacito.
¿Cómo es la historia? Antes de la obra de redención de Cristo en la cruz del calvario, Dios sólo tenía un hijo, Jesucristo, a quien el apóstol Juan llama en su evangelio “El unigénito”, que significa el único.
Pero después de que Cristo paga por los pecados de un ser humano muriendo en la cruz, le levanta sus pecados, se los carga encima y se los lleva, para declararlo justo, por la fe, entonces el Espíritu Santo viene sobre esa persona a darle el nuevo nacimiento.
Y tras ese nuevo nacimiento, al hacerlo Hijo de Dios, le hace exclamar desde el fondo de su ser: “Abba”, que se traduce al castellano como Papi, Papito o Papacito.
“Abba” es una palabra de origen arameo, el idioma popular que se hablaba en Israel en la época de Jesús.
Dicha palabra se transliteró al griego, es decir, se escribió exactamente igual en el Nuevo Testamento.
Y al pasarse al castellano los traductores han tenido la precaución de dejarla igualita, “Abba”, para que no pierda su connotación.
“Abba” era lo que el bebé le decía a su Papá judío en la época de Jesús, era la dulce palabra que aquel hombre anhelaba escuchar de labios de su criaturita.
Ahora piensa en Papá Dios e imagínate cuántos siglos debió esperar para que por fin tú se la pudieras decir, no repitiéndola como un lorito, pues cualquiera la puede decir, sino como fruto de haber creído en su Hijo Jesucristo y de haber nacido de nuevo por el Espíritu Santo.
¡Ah! Y si antes Jesucristo era el “unigénito” ahora es el “primogénito”, tu hermano mayor, tal y como lo declara la Biblia.
Tal vez al presidente de tu país no le puedas decir “Hola papi”, pero a Dios sí se lo puedes decir, si es que le has entregado tu vida a Cristo.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.