Lograr la independencia es un propósito que no sólo persiguen los países, sino las personas. Cuando una nación celebra su fecha de independencia lo que hace es recordar el día en que como colonia se desligó del dominio de otro país y se constituyó en un estado libre con autodeterminación y autogobierno.
A nivel familiar los padres se dan a la tarea de capacitar a sus hijos para que cada vez dependan menos de ellos y puedan valerse por sí mismos, a tal punto que algún día puedan salir de sus casas, auto sostenerse, dirigir sus propias vidas y llegar a fundar su propio hogar.
Inclusive cuando una persona llega a la adultez y sigue viviendo bajo el techo paterno es objeto de bromas por parte de sus amigos, pues se le considera que no ha roto el cordón umbilical, que sigue bajo las faldas de la madre y que no ha logrado la emancipación.
Pero si en la vida natural la meta es llegar a la independencia, en la vida espiritual cristiana sucede todo lo contrario, el propósito es llegar a la completa dependencia. Sí, un discípulo de Jesucristo debe cada día hacerse más dependiente de Dios y confiar menos en su juicio y en sus propias capacidades. Eso fue lo que Jesús nos enseñó en su vida terrenal.
Él podía haber presumido de tener una gran inteligencia, mucha sabiduría y conocimiento teológico. También podía haberse jactado de ser un gran maestro, de tener mucha fe, de obrar milagros asombrosos y de aglomerar multitudes en torno a Él.
Sin embargo tenía mucho cuidado en aclarar que los milagros que hacía, no los hacía Él, sino el Padre que estaba en Él.
Que la doctrina que tenía no era de Él, sino del Padre que estaba en Él.
Que las palabras que enseñaba no eran de Él, sino del Padre que estaba en Él.
Y que todo cuanto hacía tenía como propósito final glorificar al mismo Padre.
Era a su Padre celestial a quien oraba en las mañanas cuando era oscuro.
Y era a su Padre celestial a quien acudía en las noches, al finalizar el día de trabajo y antes de ir a descansar.
Y si Jesucristo, siendo Dios vestido de humanidad, vivió enchufado todo el tiempo a su Padre y dependiendo de Él para todo, cuanto más nosotros que somos simples seres mortales e imperfectos. Nuestra tarea es entonces ir progresando de una vida independiente de Dios a una vida de completa, total y absoluta dependencia de Él.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.