Todo matrimonio está en constante cambio. Dependiendo de las emociones, actitudes y decisiones que prevalezcan, una relación matrimonial puede encontrarse en la primavera, el verano, el otoño o bien el invierno. Lo importante es distinguir las claves para identificar en qué estación se encuentra nuestro matrimonio y tomar acción para hacerlo crecer sin importar qué momento esté viviendo.
Las estaciones del matrimonio llegan y se marchan, pero cada una tiene sus propios desafíos.
¿Cuáles son los síntomas de la estación primaveral?
Los árboles comienzan a florecer, los pájaros a cantar, el sol alegra nuestro día. La primavera nos ofrece mañanas suaves, mediodías de ensueño, tardes apacibles y noches refrescantes, serenas, y claras. La luna llena brilla en un cielo lleno de estrellas.
La primavera es la estación de los nuevos comienzos. Está llena de entusiasmo y esperanza hacia el futuro; planear, comunicarse, buscar ayuda y expresar amor y gratitud son actitudes que la caracterizan.
Es el amor fresco, todavía inmaduro, lleno de rocío, de ilusiones, es la estación del entusiasmo de los primeros años de matrimonio. Es un amor todavía hecho capullo que no ha abierto su flor. Es un amor de ensueño, y de belleza. Es un amor que no ha recibido todavía los soles fuertes del verano, ni el granizo, ni tempestades del otoño, ni las heladas del invierno. Es un amor tierno, naciente y por lo tanto emocional y aun frágil. Tiene como meta crecer y fortalecerse con el tiempo. Pero para esto deben llegar las otras estaciones.
Es un amor donde nos estamos descubriendo. En esos primeros años ambos, el esposo y la esposa, descubren juntos un universo nuevo, con la ternura propia del comienzo, pero quizá demasiado fácil.
En la primavera del matrimonio, el amor está apenas estrenándose, la ternura en gestos y palabras está abriéndose camino, no ha tenido tiempo de contaminarse ni de ser lastimado.
Características de la primavera matrimonial
1. Florece el amor. Son los años donde comienza a florecer el amor, el ambiente se llena de ilusión y surge el aroma perfumado de la pasión. Podría llegar el primer hijo y se escucha la alegría de las sonrisas en toda la casa.
2. Es un tiempo donde el “yo”, da paso al “nosotros”. Las cosas son nuestras. Aprendemos a compartir responsabilidades en el hogar y surge el espíritu de cooperación. Es una época de sueños compartidos y de proyectos por realizar.
3. Nos comunicamos a partir de la ternura, el afecto y la suavidad de la consideración. Es un tiempo para descubrirnos, acercarnos y comunicarnos con ingenuidad y calidez. Es un momento para aceptarnos tal cual. Surge la disculpa amable y la sonrisa inocente. Es un momento donde el sentimiento se expresa físicamente con besos, abrazos y caricias espontáneas.
4. Euforia romántica. Los primeros días, semanas y meses evidencian una época de euforia romántica. La pareja se busca y se encuentran en el beso y el abrazo. Se complementan fácilmente y los conflictos son mínimos. Al ser todo nuevo, aun no surge la rutina, simplemente nos estamos conociendo íntimamente.
Aun no surgen las diferencias fuertes y los pleitos acalorados. El amor está naciendo.
La pareja está ocupada en construir sus sueños, la esperanza es el combustible. El amor en la primavera es generoso, suave y parece fácil.
5. La primer crisis, la desilusión. Es al finalizar la primavera cuando aparece la primera crisis, y surge la desilusión. Esto podría darse en cualquier momento pero generalmente surge al segundo o tercer año del matrimonio.
La cercanía, las fricciones, la costumbre y las diferencias comienzan a encausar el matrimonio hacia la madurez. La idealización del noviazgo y la ilusión de los primeros meses da paso a la primera crisis que lleva a la desilusión. Es la convivencia diaria, los roses, las diferencia, el cansancio y la rutina los que comienzan a minar la ilusión.
El noviazgo genera una imagen distorsionada del amor, porque se idealiza la pareja y la convivencia. La convivencia revela lo que somos en lo íntimo, las costumbres y los hábitos.
De repente, comienza a hacer calor en el matrimonio, se aproxima el sol fuerte de la dificultad, surge el cansancio del trabajo de la casa, el agotamiento en la crianza de los niños. La familia del cónyuge interfiere en la vida matrimonial. Las deudas hay que comenzar a pagarlas y la ilusión comienza a desvanecerse.
Recomendaciones prácticas:
1. Comience el matrimonio con esta decisión: “Decido hacerte feliz”. Y nunca piense: “Quiero que me hagas feliz”. Sólo así el amor podrá prevalecer a pesar de la rutina, la desilusión, y las diferencias.
2. Tenga claro lo siguiente: “Nadie puede llenar plenamente mi vida”. Mi cónyuge puede compartir lo que tiene, pero no puede darme lo que no tiene. Además, nadie es perfecto. Por otro lado, la conquista de la felicidad es un reto personal y es intransferible. Nadie está en la capacidad de llenar plenamente a otra persona. Por eso, no debemos tener demasiadas expectativas, si las tenemos, la desilusión puede ser muy fuerte y podría lastimar la relación. La meta a perseguir es, “construyamos juntos el matrimonio, hasta lograr una relación estable y llena de amor.”
3. “Hagamos prevalecer la ternura”. Esta debe dosificarse para que no empalague. La ternura es elegancia, suavidad, cortesía, gentiliza. Sin ternura podríamos caer en la rutina, y la rutina lleva a la desilusión. Sin ternura se puede caer en la apatía, el descuido personal, y la desatención. La ternura se expresa con cariño diario.
En el próximo artículo conocerás las características del verano en el matrimonio. No te lo pierdas!
Fuente: Sixto Porras de Enfoque a la Familia. Adaptado por Carolina Ansuini