Nadie en absoluto podrá ir al cielo por ser perfecto, pues ningún ser humano lo es ni lo será. Es por ello que Papá Dios planeó la salvación para regalársela a los pecadores, pues no tenemos otra opción. Y así como el Padre la planeó, Jesucristo la ejecutó, la hizo una realidad muriendo en la cruz en sustitución de nosotros.
Éramos nosotros, por ser pecadores, los que debíamos morir de la manera en que la hizo el Señor Jesús, pero Él se echó encima nuestros pecados y nos reemplazó en la cruz pagando una deuda que era nuestra, no de él, dejándonos a paz y salvo por nuestros pecados. Y esa salvación que el Padre planeó y que Cristo ejecutó, es la que hoy en día el Espíritu Santo aplica a cada ser humano que se lo permite.
Imaginemos que hay un virus que está matando a todos los humanos en el planeta, por lo cual el Padre Celestial inventa un antídoto, pero dicho antídoto es fabricado con la única sangre pura que existe, la de su hijo Jesús. Él entonces sacrifica la vida de su unigénito dando su sangre para que el antídoto se pueda fabricar. Y se produce, es perfecto, dicho antídoto ya es una realidad, sólo que falta un detalle: que la gente se lo aplique, porque es la única forma de salvarse.
Y el encargado de aplicarlo es el Espíritu Santo, aquel que convence al ser humano de que está infectado y que debe ir hasta la camilla para inyectarse el remedio. Pero muy poca gente está llegando a tratarse, motivo por el cual se le pide a todos aquellos a los cuales se les suministró el antídoto y se salvaron, que corran la voz, que vayan por todas partes informando a la población que hay una cura, que por favor no se dejen morir de manera tan miserable, sobre todo porque el Hijo de Dios ya sufrió la muerte para que ninguno la tenga que sufrir.
Lamentablemente aquellos que ya fueron salvados se niegan a cumplir con la gran comisión de regar la noticia. Y los pocos que sí se atreven a hacerlo se encuentran con que un reducido número responde a la invitación, es así como el balance muestra que millones siguen pereciendo por simple ignorancia, porque nadie les habló de la inyección.
Otros que sí son informados no van a la cita, por ser sinvergüenzas, porque a sabiendas de que se pueden morir insisten en seguir viviendo infectados sólo por el placer de ser rebeldes. Y finalmente otros, no reciben el tratamiento, por ser tontos, porque no valoran algo tan maravilloso y gratuito.
Hoy es el día para que tú le permitas al Espíritu Santo aplicarte el antídoto, sólo tienes que pedirle perdón a Jesús por todos tus pecados e invitarle para que entre en tu corazón y sea el Señor y Salvador de tu vida.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.