(Marcos 6:31).
Es usual ver a los compañeros de trabajo regresar el día lunes a sus labores con cara de agotados, adoloridos muscularmente, con la piel bronceada y con los bolsillos vacíos.
El fin de semana, que era para descansar y reponer fuerzas, resultó ser una jornada extenuante.
Jugaron más de la cuenta y les duele hasta el cabello.
Se broncearon más de la cuenta y les arde la piel. Manejaron muchos kilómetros y están estresados.
Durmieron pocas horas y tienen sueño. Gastaron mucho dinero y ahora están escasos de papel moneda.
Y como salieron apurados al paseo la casa quedó patas arriba y les está esperando ropa para lavar y planchar y muchos otros objetos por organizar. ¿Qué tanto descansaron?
Nada, por el contrario, salieron a cansarse más de lo que estaban. ¿La moraleja de este relato es que no se debe pasear?
No, esa no es, porque entonces habría que vivir encerrado en casa y privarse del placer de viajar y gozar en familia.
Lo que debemos aprender es que los tiempos de descanso deben ser para descanso, no para cansarse y volver molido a las actividades normales de la semana.
Los lugares a visitar, las actividades a desarrollar, el dinero a gastar y todo lo que se planee debe responder a una simple pregunta: ¿realmente vamos a descansar y a volver renovados física y mentalmente? Eso es todo.
Así que si vas a hacer un viaje por carretera de ocho horas de ida y ocho horas de regreso para quedar con la lengua afuera, pues mejor no lo hagas.
Pero si el viaje va a ser placentero y relajado todo el camino, pues adelante.
Es tan sagrado el descanso que el mismo Dios lo instituyó en la Biblia en el Antiguo Pacto.
Y en el Nuevo Pacto Jesús se nos ofrece como “El Reposo”, para el cargado y trabajado.
Dios mismo, quien no se cansa, reposó de la obra de la creación al séptimo día sólo para enseñarnos a hacer lo mismo.
Y el descanso es tan necesario que hasta el Señor ordenó al pueblo judío que dejara descansar la tierra, por lo cual la cultivaban seis años y la dejaban reposar al séptimo.
Jesús también tuvo que tomar a sus discípulos y llevárselos aparte, a un lugar desierto, para que descansaran. Aunque tal vez una foto del Mesías con sus discípulos tirados sobre la hierba y rascándose la panza no se vea tan espiritual.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.