Una canción que hiciera conocida internacionalmente Carlos Vives dice:
“Voy a hacerte una casa en el aire, solamente pa´que vivas tú, después le pongo un letrero muy grande de nubes blancas que diga Ada Luz”.
Y podría ser muy bueno para un cristiano vivir en el aire, sin tener que pagarle cuotas al banco por su casa y por el automóvil. Sin tener que cubrir mensualidades de colegios o semestres de universidades. Sin vecinos o compañeros conflictivos. Sin líos laborales. Sin congestiones vehiculares. Y sin riesgos de inseguridad y más cerca de Dios.
Pero el problema vendría por tratar de resolver la vida personal al costo de ser inefectivos e insípidos para Dios aquí en la tierra, que es donde Él nos necesita para que estemos en convivencia con otros seres humanos.
Además, supongamos que tú le haces la solicitud a Jesucristo de que te construya una casita en el aire, sobre una nube. ¿Sabes qué te respondería Él? Con toda seguridad te diría:
“Mira, yo tengo todo el poder para hacerte la casa en el aire, pero no lo haré. ¿Sabes por qué?
En primer lugar, porque ya te he preparado una morada aquí en el cielo para que vengas a vivir en ella por toda la eternidad. Y no es una casucha, sino una mansión. Mi Padre tiene muchas moradas y yo me he tomado el trabajo de prepararte una excelente.
En segundo lugar, porque si te vas a vivir en el aire, no me vas a servir de nada en la tierra. Sería como el entrenador que tiene a un excelente jugador pero al que no pone en la cancha. Y yo te necesito es en la cancha, en este mundo lleno de injusticias, guerras y barbaridades.
Aquí es donde preciso que cumplas con el trabajo que te he encomendado en tanto que tu espíritu está dentro de tu cuerpo.
Los días que tienes de vida son relativamente pocos, de manera que debo aprovecharte. Tú eres la sal de la tierra, y la sal cumple una labor preservativa, evita que la carne se pudra en lugares donde no hay refrigeradores.
En este mundo en descomposición los cristianos tienen la labor de preservar de la corrupción total, y la deben realizar con sus hechos, con sus oraciones y sus testimonios. Pero aparte de ello, la sal también es un condimento, y ustedes los cristianos son los que le deben dar buen sabor a la vida, hacerla maravillosa.
Y como condimento tienen que aprender un detalle, y es a disolverse dentro de los alimentos, para que sin necesidad de ser vistos, sí alteren el sabor. Como cristianos deben aprender a infiltrarse sabiamente en los diversos círculos de la sociedad, para que sin hacerse tan notorios, ejerzan una marcada influencia en la vida de las personas.
Y finalmente, así como la sal produce sed, ustedes son los encargados de despertar esa sed por mí en las demás personas.”
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.