Seguramente has escuchado historias de personas que clínicamente estuvieron muertas y luego volvieron a la vida. Y resulta interesante oírles contar sus experiencias y el cómo el espíritu se les salió del cuerpo y quedó flotando en el techo. Y veían a los médicos, abajo, tratando de revivir sus cuerpos sin signos vitales. Otros aunque técnicamente no murieron si estuvieron tan cerca de fallecer, en un accidente o por una enfermedad letal, que sintieron que volvieron a la vida.
Y un factor común en la experiencia de todos es el hecho de que después de ese evento, sus vidas ya no volverían a ser las mismas. De ahí en adelante tomarían mayor aprecio por cada día que Dios les concedería de existencia.
Qué bueno hubiese sido organizar una rueda de prensa con Lázaro, el amigo de Jesús al cual Él resucito después de cuatro días de muerto. Por lo menos 10 preguntas le habría hecho para el “Telenoticiero Jerusalén”. Imagínense a este hombre relatando paso a paso cómo falleció, a dónde fue, que vio y oyó, cómo escuchó la voz de Jesús ordenándole salir. Explicando igualmente cómo pudo levantarse y caminar si estaba envuelto como una momia, si el olor a difunto despareció o debió ser desodorizado, cómo veía la vida terrenal después de ese evento, si le tocó devolver el dinero del seguro y qué planes hizo para el futuro antes de fallecer otra vez.
Por supuesto que en ese tiempo no había televisión ni compañías de seguro, eso es fantasía, pero lo que sí es real es la resucitación de Lázaro. Y hay que decir resucitación y no resurrección, pues en teología se hace la diferencia. La resucitación es la de aquellas personas que vuelven a la vida terrenal pero luego fallecen otra vez. La resurrección, como la de Cristo, es aquella donde se fallece, se vuelve a la vida y ya nunca más se muere, por recibirse un cuerpo glorificado.
Volviendo al relato de la resucitación de Lázaro, es clave analizar los verbos que describen las acciones de Jesús frente a la tumba:
Lloró (el pesar de Dios por quien ama y ve en mala situación). Quitad la piedra (Dios remueve los obstáculos de la persona que ama). No te he dicho que si crees, veras (Dios motiva a la fe a quien ama). Padre, gracias te doy (el Hijo obra en la voluntad del Padre, no en la suya, y así, en el Poder del Espíritu Santo, glorifica al Padre). Lázaro, ven fuera (Dios nos llama con nombre propio a dejar la muerte y a recibir su vida). Desatadle (Dios ordena que el resucitado sea ayudado a renunciar a la tumba, a la podredumbre de su antigua vida, a los olores fétidos y a las ropas de muerto). Y dejadle ir (Dios nos insta a que dejemos vivir al resucitado una nueva vida en Cristo, en libertad, en lugar de ponerle nuevas ataduras tales como el legalismo o la religiosidad).
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.