(1 Reyes 1:6; Proverbios 13:24; Efesios 6:4).
Jennifer había descubierto el lado flaco del rey David, por ello exponía ante el grupo de estudio bíblico su tesis:
«Muy bien, como se trata entonces de ver en la Biblia los buenos y malos ejemplos de padres de familia, me he encontrado con el caso muy particular del rey David.
Él era un hombre admirable en muchos aspectos: diestro guerrero, valiente, respetuoso de la autoridad del rey Saúl, aunque fuera su perseguidor, poeta, salmista, profeta, buen administrador, temeroso de Dios, al punto de ser llamado un hombre conforme al corazón de Dios, y también un tipo bellísimo según lo describe 1 Samuel, donde dice que era un rubio de hermosos ojos y de buen parecer.
Era un papito, como decimos nosotras las chicas. Pero ese papito, fue un mal papá. Y les diré por qué.
Cuando su hijo Amnón violó a su media hermana Tamar, él, como papá, como autoridad espiritual y como rey, falló al no corregirlo. Como Papá debió haberle reprendido, pues le desgració la vida a su hermosa hija que estaba soltera.
Como autoridad espiritual del hogar, de la congregación y del país, debió repudiar el pecado que se había cometido. Y como rey, como autoridad civil, debió procesarlo por acceso carnal violento. ¿Pero qué hizo David?
Nada. Así de sencillo, dejó todo en la impunidad y siguieron con sus vidas como si nada hubiera pasado.
Allí David cometió varios errores. Su otro hijo Absalón, que era el hombre más bello de todo el reino, planeó asesinar a Amnón por haberle violado a su hermana Tamar, a quien se llevó a vivir a su casa y en honor de la cual le puso el mismo nombre a su única hija, Tamar.
Dos años después de la violación Absalón asesinó a su medio hermano en una fiesta familiar y cobró su venganza. Como resultado del crimen se fugó del país y se refugió en Gesur, donde su abuelo materno era rey. ¿Y qué hizo David?
Nada. Ni siquiera pidió la extradición de su hijo a su suegro.
Tres años después Absalón volvió con el perdón paterno. Pero a los seis años de su regreso le dio golpe de estado al papá. Y fue su muerte en batalla lo que le permitió a David recobrar el trono.
Pero la expresión más triste sobre David es aquella de que nunca le llamó la atención a su hijo Adonías, quien se le rebeló militarmente para autoproclamarse rey».
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.