Cuando el administrador le daba el entrenamiento a los nuevos camareros siempre les preguntaba: “¿Por qué creen que este restaurante es uno de los más visitados de la ciudad? ¿Por qué creen que siempre hay una larga lista de espera y la gente paga contenta y luego regresa con invitados?”
“Yo creo que es por la buena comida”, decía alguien. “A mí me parece que es por el ambiente, la decoración y la música”, opinaba otro. “Yo creo que es por la ubicación y buena vista”, conceptuaba alguien más.
Sin embargo, la sorpresa venía cuando el instructor les aclaraba: “Todo lo que han dicho es importante y ayuda para que seamos uno de los mejores restaurantes, pero lo que realmente hace la diferencia es el servicio, el servicio. Nosotros no vendemos comida, vendemos servicio”.
Después tomaba un plato y les explicaba: “Esta porción de carne ustedes la pueden comprar en la carnicería, la preparan en sus casas y les va a costar cuatro veces menos. O van a un restaurante popular y sólo pagan la mitad. Pero cuando vienes aquí, estás pagando no por el pedazo de carne, sino por la manera como te hacemos sentir al comerte este pedazo de carne”.
Luego, usando un proyector agregaba: “Cuando llegas a nuestras puertas no te hacemos sentir que te hacemos un favor, sino que tú nos haces el favor al preferirnos. Aquí jamás tienes que buscarte una mesa y esperar diez minutos hasta que un camarero te retire los platos sucios pasándotelos por la cara y limpiando con un trapo maloliente. Nosotros te llevamos hasta una mesa limpia, bien decorada y con buen olor.
Aquí no tienes que estar golpeando un vaso para que alguien tome tu pedido, nosotros nos quedamos contigo hasta que leas el menú, nos hagas preguntas sobre cada plato y puedas pedir con los pequeños detalles que te gustan. Y mientras llega la comida te ofrecemos panecillos recién horneados con una salsa exquisita. Y si traes niños les damos papel y lápices. Y si preguntas por el baño no te señalamos con el dedo, sino que te guiamos hasta la puerta.
Servicio señores, servicio, hacerte sentir como un rey o una reina, ese es el secreto de este restaurante”.
Ahora, después de escuchar los consejos de este entrenador de camareros pensemos en lo siguiente:
¿cómo sería nuestro hogar si tratáramos a nuestro cónyuge o hijos como si fueran superiores a nosotros y haciéndoles sentir especiales? ¿Qué pasaría en nuestro trabajo si les diéramos a todos un trato amable? ¿Qué pasaría en nuestras iglesias si tratáramos con amor y respeto a los demás? ¿Y qué sucedería si también lo hiciéramos con los vecinos y amigos?
Con toda seguridad que tendríamos unas relaciones maravillosas, pues ningún ser humano se enoja porque le tratamos bien. Es por ello que el apóstol Pablo aconseja en la Biblia: “traten a los demás como si fueran superiores a ustedes mismos, no sean prepotentes ni agresivos”.
¿Qué tal si lo intentamos desde hoy?
Un refrán dice que se atrapan más moscas con una gota de miel que con una gota de hiel.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.