La imagen del diablo ha sido tan distorsionada a nivel de la cultura popular que de su personalidad no sólo se hacen chistes y disfraces, sino que hasta clubes de fútbol como el Independiente, de Argentina, el Toluca, de México, y el América, de Colombia, lo tienen como su emblema, por eso le llaman a estos equipos los diablos rojos.
Pero como si este detalle no bastara, en la ciudad de Ríosucio, en Colombia, del cinco al diez de enero, cada dos años, se celebra el Carnaval del diablo, que atrae a muchos turistas. El personaje rojo y feo, con nariz aguileña, mentón puntudo, cachos, cola y un tridente en la mano, al que identificamos como el diablo, no es realmente el astuto Satanás que nos muestra la Biblia.
Esa figurilla no tiene nada que ver con el homicida, el tentador, la serpiente antigua y el padre de mentira contra el cual luchó Jesús y le venció en la cruz, despojándole de todos sus principados y potestades y exhibiéndole públicamente como un derrotado.
Lucifer y sus ángeles son una realidad en el mundo espiritual, y aunque están vencidos y condenados al infierno, no obstante, como animales venenosos que están heridos de muerte, siguen haciendo daño a todo aquel que les da la oportunidad.
La Biblia enseña que los cristianos no debemos temerle al diablo, pero sí cuidarnos de sus ataques y estratagemas, a la vez que nos instruye para que le reprendamos en el nombre de Jesús, motivo por el cual podemos ejercer autoridad sobre sus huestes espirituales de maldad y pisotearles.
Y en cuanto a las estrategias de ataque de Satanás podemos identificar cuatro maneras de agredir a los seres humanos para destruirles:
1. La primera es la tentación, la cual es una provocación a hacer aquello que Dios nos ha prohibido. Aquí el enemigo estudia bien aquellas áreas donde somos débiles y luego nos seduce para desobedecer al Señor ofreciéndonos un apetitoso y venenoso manjar.
2. La segunda es la obsesión, que es un ataque desde afuera de la persona hacia su mente, haciéndole pensar permanentemente, y hasta soñar, con un objeto, persona o situación que en apariencia luce agradable, placentera y deseable. Es un bombardeo a la mente.
3. La tercera es la opresión, la cual consiste en un ataque desde afuera de la persona hacia su salud, sus finanzas, su familia y su vida espiritual. Estas agresiones pueden ser crueles.
4. Y finalmente está la posesión, que es cuando un espíritu maligno o varios espíritus se meten dentro del cuerpo de una persona y asumen su control. Las manifestaciones son evidentes, pues el poseso puede hablar con una voz que no es la suya, desarrollar una fuerza y unas habilidades asombrosas, rechazar todo lo santo y hasta decir blasfemias contra Dios.
Y aunque las películas muestren al diablo como un ser terrorífico recordemos que Jesús ya lo venció y nos ha dado autoridad a los cristianos para reprenderle en su nombre.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.