Cuando el joven médico entró al consultorio para atender a su próximo paciente se encontró con el rostro severo de un hombre maduro y corpulento que le recibió no con un saludo, sino con una queja, pues estaba molesto por el alto costo de la consulta:
– ¡Eyyy! ya es un lujo visitar a un médico. ¿Acaso quieres enriquecerte con tus pacientes?
– Son los costos de la medicina. Además no soy el dueño de la clínica, sino un empleado. Y tú pediste turno con el cardiólogo, no con el médico general que hubiese sido más barato
– Y específicamente contigo, pues tú eres el responsable de mi salud. Así es que si me muero es tu culpa, y si sigo con vida también es tu culpa. ¿O será la mía?
– Ya sé para dónde vas viejo, te conozco mosco. Tú sabes de memoria que hacemos un trabajo en equipo. Si yo hago bien mi parte y te receto lo indicado, y te mando la dieta correcta y te superviso, todo marchará bien, pero…
– Sí, sí, ya lo sé, pero siempre y cuando yo siga tus indicaciones. Ningún medicamento mejora a nadie dentro del frasquito. Ningún ejercicio hace bien sino se practica y ninguna dieta será buena para mi cuerpo si no la sigo, aunque sea la mejor del mundo
– Ah bueno, tú te sabes la cartilla mejor que yo, así es que haz tu parte que yo hago la mía
– Eso mismo le digo a mi único hijo, que haga su parte que Dios hará la suya, pero como que se le olvida. Debe ser por su juventud y porque ahora está muy enfrascado en su trabajo. Lleva dos semanas en que no va a la iglesia y manda a su esposa junto con su bebé, pero él no va, que porque tiene algún seminario, o alguna conferencia, o alguna reunión especial de trabajo, en fin. Y ahora que lo quieren hacer socio de la empresa donde labora sí que es cierto que lo van a esclavizar a su empleo. En casa lo extrañamos, no estamos acostumbrados a estar tantos días sin verlo, sin abrazarlo y compartir con él
– Bueno viejo, a veces pasa, este mundo va muy aprisa y en ocasiones el tiempo no rinde
– Pero tú mismo me has dicho que en la vida hay prioridades, y que aunque tenga muchos asuntos por atender lo primero es lo primero, y que debo sacar tiempo para tomar mis medicinas, para hacer ejercicio, para comer sano y tranquilo. Que no apresure la muerte.
– Eso es verdad. Y no es suficiente con saberlo, sino que hay que practicarlo. Y esta charla me ha hecho caer en la cuenta de algunas cosas que sé muy bien, pero que debo poner en práctica pase lo que pase. Ningún empleo o dinero de este mundo pueden reemplazar nuestra comunión con Dios y el valor de tener una familia unida y en amor
– Me hace muy feliz oír eso. Creo que ya no me duele tanto lo que pagué. ¡Ah! Te puse sobre el escritorio unas empanadas que mi esposa te preparó. Dice que eres el médico más hermoso que conoce, que te ama con todo su corazón y que siempre ora por ti
– Jajajajaja, gracias. Por lo del dinero que pagaste no te preocupes, yo te lo rembolso si me das un abrazo. Dile a mamá que también la amo mucho. Y a ti también papá. ¡Te amo!
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.