(Juan 8:31).
J. Oswald Sanders en su libro titulado “Discipulado espiritual” dice que la palabra discípulo aparece 269 veces en el Nuevo Testamento, la palabra cristiano tres y la palabra creyente dos.
Con un buscador electrónico tal vez encuentres que las cifras son 275 para discípulo, tres para cristiano y nueve para creyente.
Pero lo interesante no es la cifra, sino el énfasis en no hacer creyentes, ni cristianos de religión, sino discípulos de Jesucristo.
Y si revisamos el mandato que Jesús dio antes de partir al cielo en él jamás se nos ordena hacer creyentes o cristianos religiosos, sino discípulos.
Y es que a Dios no le interesa tanto el que la gente crea en él, ni que se identifique como de la religión cristiana, sino que sea su discípula.
Y para poder captar la fuerza de esta palabra hay que verla en el contexto en el que se usa.
Hoy en día un discípulo es aquel que va durante una hora a una cátedra, escucha al profesor, paga por el servicio, presenta un examen y obtiene un certificado.
Pero en la época y cultura de Jesús un discípulo era como un hijo que un rabino adoptaba para formar su carácter y para enseñarle toda su cátedra.
Los padres entregaban a su hijo varón para que éste no sólo viviera con el rabino, lo sirviera y se sentara a sus pies a aprender su doctrina, sino para que algún día llegara a ser como ese rabino, quien era su modelo y su padre.
La unión entre rabino y talmidim (el discípulo judío) se tornaba tan estrecha que cuando el maestro decía: “llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí”, cada alumno entendía que jamás podría practicar o enseñar otra doctrina diferente a la de su propio rabino.
El apóstol Pablo, un típico rabino fariseo, que había dejado el yugo de su rabino Gamaliel y había adoptado el de Jesús, decía a sus hijos espirituales:
“Lo que yo les he enseñado, practíquenlo y enséñenlo a otros, así como yo lo aprendí de mi rabino y mi Señor Jesús y lo practico y lo enseño. Sean imitadores de mí, como yo lo soy de Cristo”.
Hoy en día los cristianos somos más cómodos, en lugar de adoptar hijos espirituales los invitamos a reuniones y los hacemos consumidores compulsivos de liturgia dominical evangélica.
Y en lugar de decirles que sean imitadores nuestros como nosotros lo somos de Cristo, les decimos que no nos miren a nosotros, sino que miren a Cristo.
Sí, hemos entendido el discipulado de manera diferente a como lo enseñó Jesús en Juan 8:31.
En este pasaje bíblico el Señor les dijo a los muchos que habían creído en él que si querían ser discípulos y no simples creyentes, tenían que vivir con Él, aprender de Él, enseñar como Él y ser como Él.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.