(Juan 21:1-11).
Si no hubiera oscuridad no podríamos conocer la belleza de la luz. Si no existiera la maldad no podríamos saber lo hermosa que es la bondad. Si no viéramos la enfermedad, no entenderíamos la dicha de la salud y el alivio de la sanidad. Si no padeciéramos la necesidad no apreciaríamos el regocijo de ser suplidos. Si no hubiese condenación no sabríamos cuán felices nos hace la salvación.
No estoy diciendo que debemos ser drogadictos para entender la dicha de ser libres de esa esclavitud, ni que debemos accidentarnos para apreciar la vida. Esa no es la lección. La moraleja es que podamos reconocer el verdadero valor de algo contrastándolo con su opuesto.
Por ejemplo, que sin necesidad de enfermarte puedas apreciar la bendición de tener una buena salud al considerar el enorme sufrimiento de los enfermos y de sus familiares y la gran cantidad de tiempo, esfuerzo y dinero que se gastan en recuperar esa salud perdida.
El relato bíblico de Juan 21 nos muestra a siete discípulos pescando toda una noche en una barca y no logrando nada para comer. Pero de repente, cuando está amaneciendo, oyen la voz de un sujeto desde la playa aconsejándoles que tiren la red a la derecha de la embarcación.
¡Jum! ¡Qué consejito! ¿Cómo se atreve ese metiche a decirles a ellos, expertos pescadores, que hagan lo mismo que ya han estado haciendo toda la noche? ¿Es que no ve que están cansados, frustrados, con hambre y sueño? Se han pasado toda una noche venciendo el sueño, trabajando duro, soportando la brisa del Mar de Galilea y llevando la piel húmeda. ¿Y para qué? Para nada, para no pescar nada.
Pero bueno, la paciencia en lugar del enojo y la obediencia en lugar de la rebeldía les llevó a lanzar la red una vez más. ¿Y qué pasó? ¡Sorpresa! O la red se atascó o está que se revienta de pescados. ¡No puede ser! ¡Por Dios! ¡Esto sí que es increíble! 153 pescados atrapados. Y supieron la cifra por que los contaron uno por uno. ¡Eso era algo inverosímil!
Ese detalle milagroso fue el que los hizo reconocer que el visitante era Jesucristo resucitado, quien venía a darles la mano. Si hubiésemos sido uno de esos pescadores nos preguntaríamos: ¿y dónde se habían metido esos 153 peces? Sospecho que a veces el Señor nos esconde los peces en la noche para que al amanecer podamos regocijarnos al recibirlos todos.
Si quieres seguir recibiendo los «Devocionales en Pijama» cada día, en tu correo electrónico, o para que le llegue a un amigo, suscríbete a nuestro boletín gratuito en la parte superior derecha de esta página. Saber tu nombre, apellido y país, nos permitirá escribirte de manera personalizada y compartirte notas de interés en tu país.
Si quieres que seamos amigos en Facebook sólo marca «Me gusta» en la siguiente página: https://www.facebook.com/donizettibarrios
Ahora, si deseas disfrutar de buena música orgánica con sonido estéreo digital de alta resolución, da clic AQUÍ.
Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.