(Salmos 47:7; 1 Corintios 14:15 ).
Cuando a un deportista o a un artista le entregan un premio es porque le están reconociendo sus logros, le están diciendo que sus obras han sido tan buenas que se merecen no sólo la admiración sino la distinción. En este caso se está alabando a alguien por lo que ha hecho, por la calidad de sus obras y por el valor de sus hazañas.
Cuando el presidente de un país visita otro el protocolo señala que las fuerzas armadas anfitrionas le reciban en el aeropuerto y le presenten armas y le rindan honores, pues así le están reconociendo su investidura de jefe de estado. En este caso se está alabando a alguien por la posición que tiene, por su dignidad, por su cargo tan honroso.
Cuando a una señorita le ponen la corona de Miss Universo delante de millones de testigos es porque le están reconociendo que ha demostrado que entre todas las candidatas del mundo ella es la que reúne las mayores cualidades de belleza física, inteligencia y valores. En este caso la están alabando por lo que es, por su apariencia, por su intelecto y carácter.
Podemos alabar, agradecer, reconocer, elogiar, premiar, exaltar y rendir honores a cualquier humano que se lo merezca bien sea por lo que HACE, por la POSICIÓN que tiene o por lo que ES como persona, en cuanto a sus atributos físicos, intelectuales o morales.
Cuando leemos los Salmos encontramos decenas de razones para alabar, para agradecer, para reconocer, para elogiar, para premiar, para exaltar, para bendecir, para rendir honores y… “adoración suprema” al Dios creador de los cielos y la tierra, al único y verdadero Dios. ¿Y por qué?
Por lo que Él ha HECHO.
Por la POSICIÓN que tiene, la de ser el único creador y dueño de todo el universo.
Y por lo que Él ES en sus atributos morales.
El Salmo 145 dice que debemos alabar a Dios, diariamente, eternamente. Y las razones que se dan son muchas, entre las cuales se mezclan las que se refieren a lo que Él HACE, con las que se refieren a su POSICIÓN o dignidad, con las que se refieren a lo que Él ES y será por la eternidad. El rey David alababa al Padre Eterno porque entre tantos motivos había encontrado que el Señor es:
Su Dios, grande, poderosos en hechos, bello y majestuoso, tierno, bondadoso,
clemente, misericordioso,
lento para la ira, quien sostiene al caído, levanta al oprimido,
da comida a sus criaturas,
colma de bendiciones a todo viviente, es justo, cercano al que le invoca,
oye el clamor del necesitado,
salva al que le busca, guarda al que lo ama, etc.
¡Esto es alabar a Dios con inteligencia, como dicen el Salmo 47:7 y 1 Corintios 14:15 en la Biblia!
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.