En 1897 Martin Dalton asesinó a un hombre de negocios y fue sentenciado a cadena perpetua y enviado a la prisión estatal de Rhode Island en los Estados Unidos. En 1930 se le concedió un perdón absoluto gracias a la solicitud que hizo un abogado de revisar su caso.
Y aunque pudo irse a la calle, Martin prefirió seguir recluido, pues con 61 años no sabía qué hacer con su libertad. El 23 de marzo de 1960 murió tras las rejas, a los 91 años. ¿Es lícito que alguien rehúse un perdón? Si, de acuerdo a una decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos de 1830, cuando George Willson rechazó el perdón que le concedió el presidente Andrew Jackson levantándole la pena de muerte por robar el correo y homicidio. En esa ocasión el juez John Marshall dijo: «Un perdón es un papel, y su valor depende de la aceptación de quien lo recibe”. Así que Wilson debió ser colgado.
Hay cosas malas que los seres humanos hemos hecho en la vida, de las cuales algunas, infortunadamente, se han hecho públicas. Otras, unos pocos las han sabido, y a veces por fastidiar algún odioso nos las recuerda. Y otras permanecen en secreto, y eso nos tranquiliza un poco.
Pero de todas maneras, en cualquier caso, nuestros pecados no pueden ser escondidos de los ojos de Dios y esos pecados nos perseguirán toda la vida, vayamos a donde vayamos. A no ser que… recibamos un perdón oficial de parte de Dios.
Sí, si nos arrepentimos de nuestra maldad, si pedimos perdón, si aceptamos ese perdón y si lo aplicamos a nuestra vida, entonces podemos liberarnos de esa carga de culpa, ser libres y vivir como si nunca nada malo hubiera pasado. Por supuesto que las consecuencias lógicas del pecado estarán allí, pero no habrá cargos de conciencia que nos amarguen.
Por ejemplo, si en tu juventud embarazaste a tu novia y no te casaste con ella, toda la vida serás el padre de ese hijo, a pesar de ya no tener nada con su mamá. Y tendrás que cumplir todos tus deberes paternos, aunque te cases y tengas más hijos, pues la que ahora es tu esposa y tus nuevos hijos deben saber que aunque Dios te perdonó, y ya no serás juzgado por ese pecado, no obstante tu responsabilidad de padre con tu primer hijo no ha cesado.
Lo que no es admisible es que te sigas culpando toda la vida por haber engañado esa chica y creyendo que cualquier evento desafortunado que te pase es por esa antigua falta. Sí, suena ridículo, pero en la realidad todavía hay casos como el de una anciana que cada que algo triste le acontece, se lo adjudica a un aborto de su juventud.
No, amigos, Dios no juega con su perdón, de manera que si Él te lo da, recíbelo, y perdónate a ti mismo.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.