El orador relató que cuando era pastor de una iglesia muy próspera uno de los chicos jóvenes que tenía en su equipo de trabajo le manifestó que quería irse de la organización a trabajar con otra de la misma ciudad. Por supuesto que eso no le cayó bien y él no estaba dispuesto a dejarlo ir. Así es que le preguntó si era por motivos económicos, o porque algo lo tenía inconforme. Pero la respuesta fue que después de mucho orar con su esposa tenían la convicción de que Dios los quería llevar a esa otra iglesia.
Se supone que los celos entre los pastores y entre las iglesias cristianas no existen, pero eso es una suposición, nada más. Y aunque este joven se fue en los mejores términos, en el corazón de su pastor comenzó a crecer una raíz de amargura. Y cuando supo que lo habían nombrado pastor de la otra iglesia empezó a esperar cuándo sería el tiempo en que su antiguo discípulo volvería con la cola entre las piernas a buscar su consejo y apoyo. Pero eso nunca pasó, por el contrario, mientras la iglesia del joven experimentaba un mover de Dios maravilloso, su iglesia parecía llegar a un punto de estancamiento. Es así que decidió ponerse muy serio con Dios y orar al respecto.
Y Dios le mostró leyendo en la Biblia Hebreos 12:15 que los cristianos dejamos de nutrirnos de la gracia de Dios porque una raíz de amargura que ha crecido dentro de nosotros nos roba el alimento, la savia, el flujo celestial en nuestra vida. Y que lo que hay que hacer es cortar esa raíz de amargura, es perdonar, es dejar ir esa rabia y ese deseo de revancha. Y eso fue lo que él hizo.
Este ministro confesó su pecado, pidió perdón y fue donde el joven pastor y lo felicitó y oraron juntos. A partir de ese momento su ministerio continuó creciendo a un ritmo mucho más acelerado.
Después de oír ese relato hice lo mismo en mi vida. Dejé ir a mi ex novio de mi mente. Confesé mi pecado a Dios, le pedí perdón y empecé a bendecir la vida de ese matrimonio. ¿Y cuál fue la consecuencia? Que como ya no había una raíz de amargura que me robara el alimento de la gracia, pues crecí más y más en esa gracia. Y Dios me bendijo con un hogar que ni yo misma hubiera soñado unos años atrás.
Y este mensaje se lo quiero compartir a hombres y mujeres que están siendo consumidos porque una raíz de amargura ha crecido dentro de ellos y les está robando todos los nutrientes de la gracia de Dios.
Y se lo digo también a aquellos hombres de negocios que se amargan viendo cómo triunfa un antiguo empleado que ahora es su competidor y que alguna vez les robó un cliente. Si ese ex empleado se arrepintió y Dios lo perdonó y ahora lo está prosperando, ya deja de estar reclamando el infierno para él.
Si el Señor le concedió el cielo, perdónalo tú también, porque si no el infierno lo estarás viviendo tú mismo, y en vida, y te estarás perdiendo las grandes bendiciones que hay para ti.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.