A continuación un fragmento del correo de una dama a su sobrino en el extranjero:
“Y como veo que quedaste muy intrigado con aquello de que ahora soy un Felipe, te voy a explicar un poco más mi querido Augusto, para que no vayas a creer que tu tía se cambio de sexo. Cuando en el pasado correo te decía que me había convertido en un Felipe me refería a que ahora en nuestra iglesia hago parte de un grupo que se llama así, Los Felipes, y hace referencia a un cristiano que en el libro de Hechos se acercó a un hombre confundido que leía las Sagradas Escrituras pero no entendía nada, entonces Felipe le preguntó amigablemente si entendía lo que leía.
Cuando el hombre le dijo que no y le pidió que le explicara, Felipe le enseñó todo lo básico del evangelio de Jesucristo hasta el punto de bautizarlo y hacerlo un discípulo. Y eso es lo que hacemos los que formamos parte de este grupo llamado Los Felipes. Un Felipe puede ser un joven o un adulto, un hombre o una mujer, que tiene como misión ser un buen anfitrión, ocuparse de atender personalmente a aquellos nuevos que son de su mismo perfil y que llegan a nuestras reuniones y se sienten solos, aislados, confundidos.
Ahora te preguntarás por qué tu tía quiso hacer parte de ese grupo de Felipes. Por experiencia personal. A mí me sucedió que la primera vez que llegué a la reunión de la iglesia me sentí confundida, no entendía nada, la música estaba tan fuerte que me dolía la cabeza y para rematar no encontraba el baño.
Parecía una intrusa en fiesta ajena, como que ese no era mi lugar. Mientras todos los presentes se saludaban y formaban grupos pequeños, yo estaba atravesada allí como mosca en leche. Quería salir corriendo. Hasta que apareció Lucía, una de las Felipes, una mujer de mi edad y muy simpática.
Ella fue la que me llevó hasta el baño y después me ubicó en una silla lejos de los parlantes. Me ofreció su amistad y por los siguientes días, a través del teléfono y en algunos encuentros, fue la herramienta que Dios usó para que yo pudiera conocer de Jesucristo y de su amor.
Lucía es una de las fundadoras del grupo y se inspiró para crearlo no sólo en la historia bíblica, sino en la manera en que conoció a su esposo en una fiesta de la universidad, cuando él, al verla sola, se le acercó, le ofreció una silla, refrescos, comida, amistad… y el resto es historia”.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.