Amigo, sé bien que pasas por un momento horrible como deportista profesional.
Los periodistas que antes te elogiaban y te asediaban para una entrevista hoy parecen haberse convertido en tus enconados enemigos.
El público que antes te aplaudía y coreaba tu nombre, hoy te abuchea y te hace chistes hirientes.
Aún tienes la impresión de que tus compañeros, los directivos del club y el mismo entrenador, se han unido para conspirar contra ti.
Y ni qué decir de tu representante, él piensa que tal y como estás ahora, nadie daría un centavo por tu transferencia a otro equipo.
A veces quisieras llegar del entrenamiento, tomarte una pastilla y echarte a dormir hasta el otro día.
Otras veces quisieras arrojarte al piso y llorar de rabia y frustración.
Y cada día debes lidiar con esas preguntas que te martillan:
¿qué me pasa? ¿Por qué me va mal? ¿Por qué no logro rendir como mis compañeros?
Ellos se escapan a sus fiestas, no siguen las dietas al pie de la letra, son indisciplinados, entrenan a medias, consultan adivinos, se burlan del entrenador, hablan mal de las directivas, no valoran a los seguidores del equipo, son hipócritas en las entrevistas de televisión, sólo les interesa el dinero que cobran y sin embargo sus representantes les consiguen buenos contratos y son los niños consentidos del periodismo y del público.
No entiendo, ¿por qué? ¿De qué me ha valido trabajar duro, entrenar como un burro, dar la vida en cada juego, seguir la dieta, obedecer al técnico y respetar a las directivas del equipo y al público? ¿Para qué?
Pero no te desanimes, toma tu Biblia y aprópiate de Eclesiastés 9:10-12, donde el autor básicamente te dice:
“No dejes de entrenar duro, ser disciplinado, hacer tu dieta, obedecer al entrenador y hacer todo con alegría, no con rabia ni con sentimientos de inferioridad o superioridad.
Esfuérzate ahora, pues tu profesión es corta y la vida también y cuando vayas a la tumba ya no habrá tiempo para más.
Además la recompensa vendrá, tenlo por seguro. A todo ser humano le vienen momentos críticos, de repente, quedando atrapados como un pez en la red o como un pájaro en la trampa.
Mas no desmayes, es en esas circunstancias que se prueba el verdadero carácter del triunfador.
Esos obstáculos en la pista no son para sabotear tu carrera, sino para enseñarte a brincarlos.
Y finalmente, acuérdate que no gana el más veloz, o el más fuerte, o el más talentoso, sino el que está en el lugar correcto, en el momento oportuno.
La gente le llama a eso suerte, pero tú sabes que es la gracia de Dios, por eso no lo dejes, porque con Cristo siempre ganarás”.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.