(Salmos 90:12).
Moisés, el personaje bíblico, hizo una oración que quedó consignada en el Salmo 90 de la Biblia y en la cual compara la eternidad de Dios con la transitoriedad del hombre, puesto que un ser humano puede vivir un promedio de ochenta años, en cambio Dios, es eterno. Para el Señor mil años son como un día y un día como mil años. Y ya que la vida del hombre es tan efímera pues a Moisés se le ocurrió hacerle esta petición al Señor de todas las edades: “Enséñanos a contar nuestros días de forma tal que nos traiga sabiduría al corazón”.
¿Y cómo poder entender esa solicitud? Bueno, intentemos comprenderla por la vía del contraste. Pensemos en esas personas que no tienen ni un ápice de sabiduría para contar sus días. Cuando se levantan de la cama se van tambaleándose hacia el baño y renegando por otro día más que tienen que vivir de insufrible rutina. El que no tiene empleo está molesto porque tiene que ir a buscarse un trabajo. El que tiene empleo está molesto porque otra vez tiene que ir a la empresa a aguantarse al jefe, a los compañeros y a los clientes para luego recibir una miseria de sueldo que le durará dos días.
Los hijos que van a la escuela o universidad están molestos porque otra vez tendrán que verles la cara a esos aburridores profesores que se deleitan haciéndoles el aprendizaje una experiencia traumática. El ama de casa está molesta porque hoy se le notan más las arrugas, el tinte ya no le cubre bien las raíces canosas y de nuevo tendrá que cocinar, lavar, planchar, asear la casa y recibir un trato de esclava de parte del marido y sus hijos.
Y hasta el perro también está molesto porque hoy tendrá que pelearse con otros canes del barrio, perseguir y ladrarle a varios motociclistas y hacerle el quite a los automóviles y patadas del carnicero.
En fin, el cuadro es deprimente, es otro horrible día, otro eslabón más de la insufrible cadena de la vida. Ahora, ¡zas! ¡Hagamos un corte! Pasémonos al otro lado de la calle y veamos la escena así:
Un caballero, una dama, sus hijos y el perro, se levantan llenos de ánimo, de entusiasmo, con ganas de vivir, dispuestos a hacer de este día el mejor de todos. Hoy serán mejores que ayer, pero nunca mejores que mañana. Hoy no son más antiguos que ayer, sino más maduros, más sabios, con experiencia y mejores recursos para el éxito. ¡Es a ellos a quienes Dios les ha enseñado a contar sus días con sabiduría!
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.