La frase es del Dr. Luis Romero Perego, de Venezuela: “el ser humano es el único que cuando se ve con lupa, empequeñece”. Y es una gran verdad, cuando alguien se propone buscarle defectos a otra persona, puede tener la plena seguridad de que los encontrará, pues no existe ni un solo ser humano que sea perfecto.
Y esto explica el porqué cuando admiramos a alguien y llegamos a conocerle sin detalle, podemos encontrar en su vida motivos para apreciarle, elogiarle y hasta amarle. Mas cuando nos adentramos en su intimidad examinándole minuciosamente, como con una lupa, entonces aparecen ante nuestros ojos cientos de defectos que no habíamos percibido a simple vista, y esto desemboca en el desencanto, el reproche y la crítica malsana. Es así que de un momento a otro, a aquella persona a la que admirábamos, ahora la criticamos sin ninguna piedad.
Pero resulta curioso que quien acusa, critica y se queja de las imperfecciones de alguien, también está lleno de fisuras y de motivos para criticarle, acusarle y quejarse de él. En cambio, Dios, quien es santo y perfecto, y quien sí tiene motivos para acusarnos, criticarnos y quejarse de nosotros, más bien decide amarnos y aceptarnos sin ningún problema.
¡Increíble! Somos los pecadores los que armamos el escándalo por notar que otros son tan pecadores como nosotros. Pero cuidado, el que Dios nos ame y acepte no significa que nos va a dejar exactamente igual que como nos encontró. Dios no nos ama por ser pecadores, sino que nos ama a pesar de ser pecadores.
El ser pecador no es el motivo por el cual Dios nos ama, sino que su amor es tan grande que puede pasar por alto el hecho de que seamos pecadores.
Nadie puede decir: “voy a pecar para que Dios me ame”. Mas bien debería decir: “Dios me ama tanto que aún sabiendo que soy pecador no ha dejado de amarme.”
Es el mismo caso de la mamá que abraza a su hijo a pesar de toda la suciedad que éste lleva encima. No es que el amor de madre la haya hecho ciega y no vea la mugre, sino que a pesar de esa mugre no puede evitar amarle. Pero como es una madre que cuida y desea lo mejor para su hijo, entonces le saca la suciedad, lo baña y lo viste con ropa limpia.
Los mismo hace Dios con nosotros, nos acepta a pesar de ser pecadores, pero luego nos limpia de pecado, nos da una nueva naturaleza de santidad, pone dentro de nosotros al Espíritu Santo, nos rodea de ángeles para que nos cuiden y nos nombra coherederos con Cristo de todas sus inmensas riquezas. Este es el Dios de la Biblia, el que nos ama para santificarnos, en lugar de santificarnos para amarnos.
Es mejor que pongamos los pies sobre la tierra y entendamos que nunca vamos a encontrar ni cónyuges, ni padres, ni hijos, ni iglesias, ni cristianos perfectos. Aún así, debemos amarnos y amar al próximo como a nosotros mismos. La imperfección no es una excusa para seguir mal, sino un motivo para mejorar.
Y aunque no seamos perfectos, sí estamos llamados a caminar hacia la perfección, diciendo como el apóstol Pablo: “no que lo haya alcanzado ya, pero prosigo a la meta”.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.