(Isaías 26:3).
Uno de esos viejos y sabios proverbios de los abuelos dice que mente desocupada, laboratorio del diablo. Y es cierto, pues cuando no llenamos nuestro cerebro con pensamientos de paz, de amor, de bondad y de fe, entonces creamos un vacío que se intentará colmar de inmediato con todo lo opuesto: preocupación, odio, maldad y duda.
La mente es como un empleado necio al que hay que tener ocupado productivamente. La mente no para ni un instante, ni siquiera cuando dormimos, todo el día está generando pensamientos de acuerdo a la materia prima con que la alimentamos.
Y esa materia prima la constituyen las conversaciones que hemos tenido, la música que hemos escuchado, los programas que hemos oído o visto en la radio o televisión, el cine que hemos consumido, las páginas de internet que hemos visitado, los lugares que hemos frecuentado, los libros que hemos leído y las cosas que contemplamos a diario.
Por tal motivo es importante darle de comer a nuestra mente buena comida y tenerla ocupada en asuntos importantes, que valgan la pena para nuestro provecho, para nuestro progreso, para nuestra madurez y sano desarrollo. Una mente bien disciplinada puede llevarnos muy alto en la vida, pero también, si es indisciplinada, puede enterrarnos muy profundo.
Aunque en la Biblia no se habla de la mente específicamente si se le menciona cuando se hace referencia al corazón humano, pues en lugar de describirlo como el músculo que bombea sangre a todo el cuerpo, lo muestra como el generador de los malos pensamientos, las malas actitudes y los malos comportamientos.
Por lo cual también enseña que ese corazón, que equivale a la mente, hay que guardarlo, protegerlo, cuidarlo y disciplinarlo, ya que de él mana la vida.
El profeta Isaías escribió hace 2700 años que aquella persona que persevera en pensar en Dios, en hacer su voluntad y en agradarle, vivirá en completa paz, porque ha confiado en el Señor.
De manera que de ahora en adelante procura llenarte mentalmente de cosas positivas, no expongas tus ojos y oídos a material contaminante. Vigila bien lo que le das de comer a tu cerebro, pues tus neuronas te pueden enriquecer o te pueden empobrecer, dependiendo de la materia prima que les des a procesar. Y jamás se te ocurra dejar tu mente ociosa, porque se convertirá en una máquina sumamente peligrosa.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.