(Lucas 11:52; 1 Timoteo 6:20-21).
Al astrónomo, filósofo, matemático y físico italiano Galileo Galilei la santa inquisición de la iglesia católica apostólica romana lo condenó en el año 1633 a prisión perpetua y a abjurar de su tesis de que la tierra se movía alrededor del sol, razón por la cual el padre de la ciencia tuvo que firmar un documento retractándose de su teoría heliocéntrica y reconociendo que la geocéntrica era la verdadera y que él había incurrido en una herejía al enseñar en la universidad lo contrario.
Pero lo hizo a regañadientes, pues agregó que aunque firmaba un papel que decía que la tierra no se mueve, de todas formas que se mueve, se mueve. Suscribir ese arrepentimiento público al menos le significó que el papa Urbano VIII le conmutara la sentencia a prisión domiciliaria por el resto de su vida.
¿Y cuál fue el delito de Galileo? Ni más ni menos que decir una verdad que hoy en día la ciencia ha corroborado.
Cualquier niño de 10 años ya ha aprendido en la escuela que la tierra gira alrededor del sol, a lo cual se le llama la teoría heliocéntrica.
Pero hasta el siglo XIX la mentalidad religiosa había forzado a la gente a creer en la teoría geocéntrica, la cual dice que la tierra es el centro del universo y que el sol gira alrededor de ella.
¡Pero qué locura! Dirá alguien. Así es, pero esa es la historia.
¿Y de dónde salió ese concepto? De erradas suposiciones, como el creer que el Salmo 93:1 dice que la tierra no se mueve, cuando en realidad lo que dice es que el mismo Dios sostiene el universo en funcionamiento, tal y como lo declara también Hebreos 1:3 al citar que Jesucristo, el creador de todo lo que existe, sustenta todas las cosas con su palabra poderosa.
Dicho de otra manera, Dios controla desde las grandes galaxias hasta los movimientos de un electrón en el átomo.
Pero así como ese falso argumento religioso frenó el progreso de la ciencia por varios siglos, otros argumentos han querido hacer lo mismo, como el que le decían a los hermanos Wright, padres de la aviación, a quienes trataban de disuadirlos de inventar el avión con la idea de que si Dios hubiera querido que el hombre volara le hubiese dado alas.
Y hasta hace poco algunos predicadores hacían tirar los televisores al río porque supuestamente eran los cajones del diablo, aunque hoy en día piden que los compren porque ellos aparecen allí.
¡Qué espectacular que la ciencia cada día certifica que la Biblia sí tenía la razón!
¡Qué espectacular que Jesucristo liberta de la religiosidad y hace vidas nuevas y espirituales!
¡Y qué espectacular que grandes científicos hoy en día están cayendo de rodillas delante de Dios y entregando sus vidas a Él!
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.