(1 Corintios 14:15, 20, 23, 32, 40).
Cuando un policía de limpia trayectoria y que ha sido leal con su institución se entera de que los responsables de los últimos asaltos y homicidios de su ciudad son también policías activos, su vergüenza es grande, se duele, le da tristeza y hasta rabia. Y lo mismo le sucede al buen predicador cristiano cuando ve a ciertos oradores cristianos proyectar una imagen deprimente de Dios y su evangelio.
Algunos, tratando de sonar muy doctos y queriendo impresionar al auditorio, caen en conductas circenses, ofensivas y manipuladoras. Y en lugar de presentar a un Dios sencillo con un evangelio sencillo, terminan por proyectar una caricatura de los mismos.
La labor de un expositor de la Biblia es transmitir un mensaje de parte de Dios de manera clara, sencilla, efectiva, útil y acorde a las necesidades del público. Su misión no es decir: “los impresioné y les saqué hasta el último centavo”. Sino: “Dios les pudo decir lo que Él quería y lo que ellos necesitaban. Y lo hizo a través de mí”.
Damas y caballero, tales conductas no son las que enseña la Biblia. La orden expresa de parte de Dios, a través del apóstol Pablo en 1 Corintios 14, es que hagamos las reuniones con orden y decencia. Que pensemos en la imagen que se llevarán de nosotros las personas nuevas. Que seamos niños en cuanto a la malicia, pero maduros en la forma de razonar. Que no hagamos ni digamos tonterías y que ciertas prácticas espirituales es mejor que las tengamos en nuestra intimidad y no en la reunión general, la cual es de acceso público.
¿Y si ese era el consejo del apóstol para la iglesia local, imagínate lo que diría si se tratara de la radio o la televisión de hoy en día? Por supuesto que muchos líderes religiosos hacen caso omiso de estas enseñanzas bíblicas, como si ellas no existieran.
Es bueno que la comunidad sepa que una gran mayoría de cristianos en el mundo entero son personas de sobrios modales, de vida ejemplar, de conductas éticas y hogares ilustres. Y que en lugar de usar pseudo argumentos religiosos para sacarle el dinero a la gente y acrecentar sus imperios eclesiásticos, más bien contribuyen con generosidad para suplir a los necesitados y para asistir espiritualmente a las almas.
También son personas piadosas y muy espirituales en su vivencia, que saben dar libertad al Espíritu Santo y permitir su mover sobrenatural en las reuniones, pero sin caer en la teatralidad, la ridiculez, el desorden y la indecencia. Ellas saben usar la Biblia como máxima autoridad de ortodoxia y ortopráxis cristianas, es decir, como la máxima autoridad de la doctrina y la práctica.
Terminemos esta reflexión recordando solamente dos palabras del apóstol Pablo en cuanto a sus consejos para las reuniones cristianas que son abiertas al púbico: «orden» y «decencia».
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.