(2 Corintios 11: 14-15; Santiago 2:19)
Hay un juego muy entretenido que ofrecen muchas revistas en sus páginas finales, se trata de poder apreciar un determinado número de diferencias entre dos dibujos que a primera vista se ven exactamente iguales, pero que al observarlos detenidamente tienen algunas mínimas diferencias.
La misma agudeza de observación se requiere para poder diferenciar tantísimas imitaciones de marcas muy cotizadas en el mercado y a algunos supuestos cristianos fraudulentos que son capaces de engañar aún a los hijos de Dios.
Un conferencista que explicaba la enseñanza bíblica de que el diablo es todo un artista para falsificar y engañar con mentiras muy bien elaboradas y muy parecidas a la verdad, contaba que una vez había rechazado la oportunidad de tener como invitado especial a una reunión masiva a un excelente orador con una hoja de vida envidiable.
Dicho sujeto de apellido Bel, tenía un doctorado en teología y varias especializaciones en los idiomas bíblicos hebreo, arameo y griego. También era experto en homilética y hermenéutica. Tocaba y cantaba como los grandes artistas.
Tenía una bella apariencia física y con su palabra embelesaba a los más refinados auditorios. Y como si fuera poco tenía una rica organización financiera y una fe en Dios inquebrantable, por lo cual era capaz de realizar todo tipo de milagros asombrosos.
En pocas palabras, este paladín de la espiritualidad moderna era el que cualquier iglesia cristiana quisiera tener como invitado no sólo para atiborrar su auditorio, sino para llenar hoteles, coliseos y estadios.
Afortunadamente no se concretó nunca una invitación a esta personalidad por un simple detalle, el detalle de su nombre. Aunque su apellido era Bel, su nombre era Luz, es decir, se trataba de Luzbel, el príncipe de los demonios, el que engaña a las naciones, el que se disfraza como ángel de luz y es homicida y padre de mentira.
Por supuesto que el relato es sólo una parábola que el conferencista usó para ilustrar cómo es que el perverso de Satanás opera y engaña al mundo entero, aún a los cristianos, por lo cual es necesario prestarle atención a los detalles para poder desenmascararlo.
Por ejemplo, el diablo se sabe toda la Biblia y es capaz de enseñarla, sólo que no la vive. Cree que Dios es uno y tiembla ante Él, pero no lo obedece por amor. Y se disfraza como ángel de Luz, porque no lo es.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.