La ley en muchos países dice: «Si te emborrachas en tu casa, estando solo, no es malo, pero si manejas estando ebrio irás a la cárcel, pues representas un peligro social». «Si fumas encerrado en un lugar no es malo, pero si lo haces en público irás a la cárcel, porque tu humo enferma a los demás».
Pareciera que la ley “represiva”, la del castigo por los daños (diferente a la “preventiva” que evita futuros daños), te dijera que puedes hacer con tu vida personal lo que quieras, siempre y cuando no afectes a otros, porque si tu comportamiento perturba o daña a los demás, entonces sí será penalizado. Y con esta premisa en mente muchos pretenden justificarse ante Dios al argumentar que pueden hacer lo que quieran con sus vidas, siempre y cuando no le hagan daño a nadie.
Estos son los individuos que por ejemplo razonan de la siguiente manera: “Puedo ver pornografía yo solito en mi cuarto, porque a nadie le hago daño”. “Puedo emborracharme en mi casa y fumar un poco de marihuana, pues eso no molesta a nadie. Además es mi vida, mi cuerpo y mi dinero y a nadie debe importarle”. «Puedo comer lo que se me antoje, soy yo el que pagará las consecuencias”.
Yo no metería a la cárcel a mi hijo por rascarse un granito al punto de sacarse sangre. Prefiero advertirle que eso es malo, que no se rasque, que se deje la cremita encima que le va a ayudar a cicatrizar. Pero si no me hace caso entonces me pongo más firme. Tampoco metería a la cárcel a mi hija por consumir comida chatarra, más bien le explico los beneficios de la comida saludable para no enfermarse, mas sino me presta atención también tengo que ser más firme.
¿Pueden mis hijos hacer con sus cuerpos lo que quieran y enfermarse después? Sí, podrían decir como muchos rebeldes: “Déjame, no te metas, soy yo, es mi problema, no el tuyo”. Pero mi amor de padre y el desear lo mejor para ellos me obliga a intervenir en sus vidas y hacer uso de mi autoridad.
Cuando Papá Dios te dice que ni siquiera pienses en algo malo, está protegiendo tu integridad, te está cuidando. Cuando te dice que perdones, está protegiendo tu salud física, mental y espiritual. Cuando te dice que no dañes tu pureza sexual, aunque no afectes a otros, te está cuidando de no dañarte, te está amando. Y al mismo tiempo está haciendo respetar su templo, ya que tu cuerpo es el templo del Espíritu Santo.
Y esta verdad es tan importante que la Biblia afirma que hay pecados que están fuera del cuerpo, pero que el que incurre en actos sexuales impuros peca contra su misma naturaleza física y afrenta al templo de Dios.
Meditemos en esto: si nuestra vida no es nuestra sino que le pertenece a Dios, con cuerpo, mente, bienes, sueños y anhelos, entonces, con todo el derecho, y por el gran amor que nos tiene, Dios está en el deber moral de cuidarnos a nosotros mismos aún de nosotros mismos.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.