El ser humano es básicamente un ser social, fue creado para estar en interrelación con otros y no para vivir en madrigueras huyendo de todo contacto humano. Y su quehacer comunitario es tan evidente e innegable que por ello existen las ciencias sociales y las humanidades, las cuales se encargan de estudiar al hombre en su convivencia con otros congéneres.
Si una persona decide autoexiliarse y vivir como ermitaño es su decisión, pero dicha práctica está fuera de lo natural y por ende sufrirá las consecuencias obvias de su aislamiento.
“Pero es que este mundo ya me tiene aburrido, la gente me ha defraudado, prefiero vivir solo y así no tengo que andar peleando con nadie”, es lo que manifiestan algunos que se presentan como víctimas de las relaciones sociales.
Pero el problema no es vivir en comunidad, sino mirar con quién, cómo y en qué condiciones. Claro que la interacción social conlleva roces, eso es inevitable, es normal, pero no por ello tendré que caer en la “antropofobia”, que es el miedo a la gente y a la vida social.
Lo que debo hacer es evitar a toda costa el que se presenten choques. Mas cuando ya se hace imposible evadirlos, entonces debo enfrentarlos con la mejor actitud y aprender que siempre tendré que lidiar con ellos, porque desavenencias habrá toda la vida.
Por otro lado también es entendible que la timidez y los complejos le pongan a una persona toda clase de barreras para tener éxito en sus relaciones humanas, pero igualmente son superables.
Los nervios, el sudor en las manos, la voz temblorosa, el miedo a mirar a los ojos y el sentimiento de inferioridad, son fantasmas que se desaparecen cuando los enfrento. Es como el temor de hablar en público, basta con que alguien se prepare bien y lo haga una y otra vez y otra vez, hasta que un buen día ya ni se acuerda de su miedo.
La Biblia nos enseña en el libro de Eclesiastés que es mucho más fructífero tener buenos compañeros, hacer alianzas estratégicas, unir fuerzas con otro, apoyar a otras personas y recibir apoyo de ellas.
No existen individuos que se hicieron solos en la vida, eso es mentira, siempre ha habido alguien, en algún momento, que ha aportado su granito de arena para el triunfo de otro. Ni siquiera el llanero solitario era llanero y solitario, pues mantenía en el pueblo ayudando a la gente y siempre con su inseparable amigo, Toro.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.