(Salmos 47:7; 1 Corintios 14:15).
Cómo es posible que a ningún fabricante se le haya ocurrido crear algo para tapar los errores mecanográficos, fue lo que pensó Bette Nesmith Graham, en Dallas, Texas, Estados Unidos, quien después de la segunda guerra mundial y al estar divorciada y con un hijo, aprendió mecanografía y taquigrafía para trabajar como secretaria.
Pero como ella quería corregir sus fallos con la máquina de escribir, se metió a la cocina y en la licuadora, con tintas y pintura, produjo lo que hoy se conoce como “Liquid Paper”, o corrector líquido, del cual sólo en 1976 se vendió más de 25 millones de botellas. Esta mujer sí supo hacer de sus errores verdaderos triunfos.
Quienes trabajan en radio, televisión e internet y desean programar música que tenga un contenido positivo, que dejen un mensaje bonito en las mentes, se encuentran con el problema de que la mayoría de los temas pueden tener ritmos pegajosos y sonar bonito, pero sus letras son nocivas.
Algunas te repiten durante cinco minutos: “muévelo, muévelo, muévelo”.
Otras te dejan al borde del suicidio: “te fuiste y me dejaste, tu traición me robó la vida”.
Y otras son divertidas, hacen mucho ruido pero no dicen nada, como si fueran compuestas por Cantinflas: “tongo le dio a borondongo, borondongo le dio a Bernabé, Bernabé le pegó a Muchilanga…”
Se les ocurre pensar entonces a los programadores que los cristianos sí deben tener música valiosa, pues no sólo son artistas eximios que compiten por un Grammy, sino que además tienen altos valores morales y estándares de vida que no admiten líos con drogas ni provocan escándalos sexuales.
Pero qué sorpresa se llevan cuando revisando en la computadora más de diez mil canciones cristianas hallan que todas dicen lo mismo: “al estar en tu presencia”. “Levanto mis manos”. “Cierra tus ojos y di conmigo”.
Y no es que esas canciones sean malas, no, por el contrario, las necesitamos. Lo lamentable es que todas sean iguales, que no se ocupen de abordar diversas temáticas y que desaprovechen la oportunidad de usar el arte musical para comunicar al mundo entero mensajes de fe, esperanza y amor .
Por favor compositores cristianos, si Bette se preguntó cómo era posible que nadie inventara el corrector líquido, pregúntense cómo es posible que nadie esté cantando sobre el sexo puro, la crianza de los hijos, el trabajo honesto, el respeto a los padres, la justicia social, la sana alimentación y otros tópicos.
Piensen en la posibilidad de llevar un buen mensaje, envuelto en arte musical, a los millones de transeúntes que van por las calles de miles de ciudades y que están pensando en cualquier cosa, menos en asistir a un culto religioso.
El problema puede ser el que estemos cantando con los ojos cerrados, y «en…cerrados» en cuatro paredes, y por ello no vemos esa realidad que nos rodea.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.