En cierta ocasión el famoso pintor, arquitecto y escultor italiano, Miguel Ángel Buonarroti, recibió en su taller a un amigo a quien le mostró un trabajo que estaba haciendo. Días después volvió el amigo y Miguel Ángel nuevamente le enseñó su obra para que éste apreciara los avances que había logrado. El visitante le comentó que no veía nada nuevo, que le parecía exactamente igual a como la había visto la última vez.
El artista le explicó que había estado durante días trabajándole a los pequeños detalles para lograr la perfección, mas su amigo repuso que esas eran minucias. Entonces el maestro renacentista le dio una respuesta que ha quedado para la posteridad: “Los pequeños detalles hacen la perfección, y la perfección jamás será un pequeño detalle”.
No se necesita ser un experto para darse cuenta de por qué a Miguel Ángel, cinco siglos después, se le sigue considerando uno de los más grandes artistas de toda la historia. El “Moisés”, por ejemplo, tiene tanto detalle que una persona puede permanecer horas apreciando cómo en un bloque de mármol éste hombre pudo cincelar los músculos, las venas, la estructura ósea, la expresión del rostro, la barba, los pliegues de la ropa, etc. Se dice inclusive que cuando terminó “El David”, otra famosa escultura, al verla tan perfecta le dio con el martillo un golpe en la rodilla y le dijo: “habla”.
Los detalles son los que muchas personas no aprecian a simple vista, pero son los que hacen que nuestro trabajo adquiera la etiqueta de “casi perfecto”, para no pecar diciendo que es perfecto. Todo lo que hagamos debemos hacerlo como para Dios y no para los hombres, aunque sea una comida, una producción de cine, la reparación de un auto, el remiendo de unos zapatos, una entrevista, un trabajo para la universidad o una enseñanza de la Biblia.
Cada labor que emprendamos debe tener toda nuestra atención, nuestro amor, nuestro esfuerzo, nuestra dedicación y entrega, como si Dios mismo nos hiciera el control de calidad y evaluara si lo que hicimos es digno o no de Él.
Eso es lo que enseña la Biblia. Algunos se acostumbran tanto a la mediocridad que dicen: “Ah, dejemos eso así, al fin y al cabo nadie se va dar cuenta”.
Pero nosotros sí nos daremos cuenta. ¿Por qué algunos ganan tan buen prestigio en su labor y son tan bien remunerados? Porque dan lo mejor de sí.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.