Si alguien te preguntara que significa la palabra “vela” lo más probable es que tengas que pedirle que te explique en qué contexto está, pues “vela” puede ser del verbo velar, o del verbo ver, o la lona de un barco de viento, o el cilindro de cera para alumbrar.
De la misma manera un sabio consejo sólo cobra valor cuándo se sabe aplicar. Tomemos como ejemplo las medicinas, todas ellas se han fabricado con el fin de sanar, pero sí una de ellas se aplica a la persona incorrecta o de manera incorrecta, puede matar.
Rodrigo escuchó de un conferencista que en la vida debemos movernos para que Dios nos guíe, en lugar de quedarnos quietos haciendo nada y alimentando la pereza.
Y que así como las ruedas de un auto se ponen duras cuando el auto no se mueve, pero se ponen suaves y manejables cuando éste se mueve, así las personas que deciden ponerse en acción le permiten de mejor manera al Espíritu Santo poder guiarles.
Luego leyó de cierto autor que cuando no sabemos a dónde ir lo mejor es que nos estemos quietos, tranquilos, en reposo, esperando que Dios nos confirme qué rumbo tomar, pues no podemos ir por la vida a toda carrera y sin guía dando tumbos. Y que si un barco no sabe a qué puerto llegar ningún viento le es favorable.
Ahora, después de confrontar ambos consejos, a Rodrigo le pareció que ambos eran muy buenos, sólo que no sabía cuál aplicar. Como resultado de lo anterior se quedó en punto muerto. Ya no sabía si moverse o quedarse quieto. ¿Qué hacer?
Aquí es donde viene la otra mitad de un sabio consejo: saberlo aplicar.
Y así como el médico debe escoger entre miles de medicinas cuál es la que ha de recetar y de qué manera se ha de tomar, así mismo la persona debe saber cuándo y cuál consejo es el que debe aplicar.
En el caso de Rodrigo lo que debe hacer primeramente es estarse quieto delante de Dios. No ir ni a izquierda ni a derecha. Orar y esperar a que Dios le muestre, le confirme y reconfirme hacia dónde encaminarse.
Una vez que tenga la certeza, no la emoción o el impulso, sino la convicción, de hacia dónde ir, entonces deberá moverse, de inmediato, aunque todas las circunstancias no estén perfectamente alineadas ni la ruta esté trazada con todos los detalles.
Eso fue lo que Dios le dijo a Moisés frente al Mar rojo:
“Oye Moisés, este no es el momento de orar, sino de actuar, ya sabes cuál es mi voluntad, así que dile al pueblo que marche, aunque las aguas no se hayan dividido todavía, pero que caminen resueltos, y tú levanta la vara que te di, da las órdenes, y ya verás el resultado”.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.