(Proverbios 11:13; 18:8; 20:19).
Un confidente es una persona en la que se deposita confianza, a la que se le puede contar cualquier secreto con la absoluta certeza de que no lo va a divulgar. No importa si algún día se enoja y arguye que ya no es nuestra amiga, lo que se le dijo a puerta cerrada permanecerá seguro.
Por el contrario, un infidente es al que no se le puede confiar nada, pues se muere de las ganas por contarle a todo el mundo nuestras intimidades. Es como si llevaran en sus frentes el letrero de los estudios fotográficos: “Aquí revelamos todos sus rollos, pase”.
Claro está que los chismosos han refinado sus técnicas y ya no ofrecen una imagen repulsiva, sino que se presentan como unas mansas palomitas. Ellos nunca dirán: “Oye, acércate un poquito que no me aguanto las ganas de contarte algo que me dijeron de cierta persona”.
No, más bien, con toda fineza, lo expresarán más o menos así: “Mira, a mí no es que me guste estar divulgando asuntos privados de otros, pero, debido al cariño que siento por la persona de la que te voy a hablar, y gracias a la confianza que te tengo, me gustaría comentarte un asuntito un tanto delicado, no para hacer chisme, sino para que me ayudes a orar y veas de qué manera el Señor te guía a bendecir a este individuo. Sucede que…”
Y como dice la Biblia en Proverbios, el chisme servido de esa manera, con esa apariencia y suavidad, se vuelve un bocado tan apetitoso que uno termina tragándoselo. Y lo hacemos sin darnos cuenta de que ya caímos en la trampa y terminamos inmiscuidos en una red de “lleve y traiga” que no tiene fin y que enreda a propios y extraños.
¡Qué horrible es el chisme! ¡Y qué fácil que caemos en él! Y no es que salgamos a la calle a buscar las informaciones, sino que éstas últimas noticias de nuestros amigos nos llegan hasta la puerta de la casa, sin que las hayamos invitado.
¡Huyamos del chisme! Propongámonos decirle a la persona que nos está compartiendo asuntos privados de otra que preferiríamos no ser partícipes de ese comentario. Y que si requiere oración por dicha situación, con gusto intercederemos sin necesidad de saber detalles que ya Dios conoce.
Puede ser que el infidente se sienta molesto, pero le estaremos huyendo a futuros problemas y demostrando que somos confiables. Los secretos de los amigos no los compartamos con otros, aunque dejen de ser amigos. ¡Demos una lección de lealtad!
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.