Hay personas que van a bañarse a la playa y lo único que hacen es mojarse los pies en la orilla, les da temor adentrarse un poco más y darse una buena zambullida. Y lo más cómico es que después regresan a contarles a otros cómo fue la experiencia de nadar en el mar.
Algo similar sucede con algunas personas que dicen haber tenido la experiencia de salvación con Jesucristo, pero la verdad sea dicha, simplemente fueron visitantes asiduos durante un tiempo a alguna reunión cristiana.
Y aunque aprendieron la cultura religiosa y hasta llegaron a ocupar algún liderazgo en la iglesia, en realidad nunca nacieron de nuevo, pues los cambios superficiales que manifestaron se operaron sólo en la psiquis, no en el espíritu. Es por ello que de los tales dice el apóstol Juan: “salieron de nosotros porque no eran de nosotros.” De manera que no se pude pensar que dichas personas perdieron la salvación, porque en realidad nunca la aceptaron.
El escritor de la epístola a los Hebreos en la Biblia les dice a sus lectores judíos que algunos israelitas han sido muy tercos, pues aunque fueron iluminados y gustaron del don celestial y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo y gustaron de la buena palabra de Dios y de los poderes del siglo venidero, aún así, no se hicieron cristianos. Tales hebreos nunca experimentaron el nuevo nacimiento espiritual y nunca recibieron la salvación, la cual se recibe por la fe y no por las obras de la ley.
Lo que más bien aconteció con dichos judíos es que sólo se acercaron a las puertas de la fe cristiana, probaron una pizca y luego se echaron para atrás. No tuvieron una experiencia genuina de conversión, sólo fueron simpatizantes que recayeron, volvieron a su antiguo estilo de vida y dejaron al Mesías que era la única opción de salvación.
Es una lástima, porque esos hebreos fueron iluminados por Dios, aunque jamás llegaron a ser luz como los cristianos. Y eso es lo que significa la palabra griega “Photizo”, de donde viene fotografía, y se refiere a recibir una luz que viene de fuera, pero nunca a ser luz por sí mismos. Si de verdad se hubieran convertido a Jesús serían luces por sí mismos en lugar de ser iluminados, ya que como cristianos tendrían a Dios en su interior como la fuente de dicha luz.
También dice el texto bíblico que esos judíos fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, como lo señala el vocablo “Metójous”, el cual se refiere a estar con alguien sin llegar a tener comunión íntima. Y eso es diferente a lo que sucede con un cristiano, que en lugar de ser partícipe del Espíritu Santo llega a tener una relación íntima con él, se hace consustancial con el Padre. Es como viajar al lado de un desconocido, participamos con el de la silla, pero no llegamos a ser un solo cuerpo con él, ni somos consustanciales con él.
Y para rematar, el escritor de la epístola a los hebreos dice que dichos judíos aún llegaron a gustar del don celestial, pero no lo tragaron, sólo lo probaron, saborearon una pizca de él, tal y como lo señala “Geusámenos”, palabra griega que significa probar, saborear sin llegar a tragar.
Si esos judíos en lugar de haber probado una pizca del don celestial lo hubieran tragado, se hubieran llenado de él, tal y como se llenan los cristianos con el Espíritu Santo, entonces hubiesen nacido de nuevo y fuesen salvos.
¡Es una pena que estos hebreos no se hayan convertido a Jesús el Mesías! ¡Y es una pena que hoy también muchas personas no se zambullan en Jesús, sino que sólo se mojen los pies en la orilla!
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.