(Colosenses 3:19; 1 Pedro 3:7).
Como José sabía bien cómo era el trato de Jairo hacia su esposa le habló con la franqueza y claridad de un buen amigo y con el amor y conocimiento bíblico de un buen líder espiritual:
“Jairo, el problema no es que el diablo esté interponiéndose entre tú y Dios, ni que tus oraciones estén siendo bombardeadas por huestes espirituales de maldad, ni que no haya suficiente fe en tus plegarias. Tú problema es sencillamente que estás ofendiendo a Dios como suegro.
Sí, cada que tú tratas mal a tu esposa le estás ofendiendo la hija a Dios, y no hay ningún suegro normal que ame el que a su hija la traten mal. Por eso es que el apóstol Pedro dice que a nuestras esposas hay que darles un trato delicado, como si fueran vasos muy frágiles, no de plástico. Y que debemos vivir con ellas sabiamente, dándoles honor.
Y que además es preciso que las veamos como a coherederas de la gracia divina, no como a esclavas, pues sino nuestras oraciones van a tener estorbo, no van a llegar al trono de Dios y no serán respondidas”.
Cuando Jairo quiso justificar su comportamiento hosco hacia su esposa manifestando que desde pequeño le habían enseñado que a las mujeres les gusta que las traten mal y que sus maridos sean bien machos, José lo frenó de inmediato:
“Jairo, ya no somos unos niñitos para creer esas tonterías. Esas escenas del hombre macho que sujeta a una joven por la cintura tan fuerte que pareciera que la fuera a partir, y que se la pega al cuerpo y que la besa salvajemente, eso ya quedó en el olvido, ese era el viejo cliché de la época del cine en blanco y negro y de las telenovelas mexicanas.
Si a la mujer le gustara el mal trato, la aspereza, los malos olores del marido y las palabras agrias, entonces los ositos de peluche no serían de peluche, sino de acero inoxidable.
Los perfumes no serían de delicadas fragancias, sino con aroma a animal muerto. La ropa interior no sería de telas suaves y encajes, sino de lona industrial. Y en lugar de venderse ramos de flores para damas se venderían cajas de herramientas.
No Jairo, ese cuentico de decirle cada veinte años que se le quiere y tratarla como a zapatos viejos ya es historia. Evolucionemos, y más ahora que decimos ser cristianos. A la mujer se le trata con amor, con ternura, con delicadeza. Un panal de miel no se agarra a patadas. Trátale bien la hija a Papá Dios”.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.