Un discípulo cristiano tuvo un sueño en el que veía a una compañera de oficina limpiar la humedad de una pared. Y como el lagrimeo era constante y llegaba incluso a mojar el piso, él gentilmente se ofreció a usar un trapero y secarlo con frecuencia, para que nadie se fuera a resbalar.
Conforme pasaba el tiempo el lagrimeo se convirtió en un pequeño chorrito. Después, en un chorro. Y cuando nadie se lo esperaba, para susto de todos los empleados, de repente, una cascada inmensa surgió rompiendo un pedazo de la pared y anegando el local, por lo cual tuvieron que llamar con urgencia a un plomero para que suspendiera el servicio de agua y reparara la tubería. Así fue como terminó este extraño sueño que dejó al discípulo despierto, sentado y meditando ante Dios en su significado.
El Señor le mostró que lo sucedido con esa cañería averiada era lo mismo que acontecía en su vida y en la de muchos cristianos. Ellos no le prestan atención a las pequeñas licencias pecaminosas que se dan porque consideran que son de poca envergadura, porque nadie se da cuenta de ellas y porque se pueden limpiar con la oración del siguiente devocional. Pero la verdad es que dichas gotitas de pecado son una bomba en construcción y si no se les trata y se sanan, tarde o temprano van a explotar, se harán visibles, causarán mucho daño y serán una vergüenza pública.
En la oficina en la que se escenificó el sueño no le dieron atención a un caño que presentaba una fuga de agua, porque era algo supuestamente pequeño, inofensivo, pero de un momento a otro estalló en un gravísimo problema. ¡Cuidado! El sabio Salomón dice que las moscas, esos pequeñitos insectos, echan a perder el mejor perfume del más famoso perfumista.
Y así también esos diminutos “pecadillos”, esas livianas adicciones, esas chiquititas y secretas faltas en las que nadie repara, son las que edifican ladrillo a ladrillo enormes y feroces pecados que devoran familias, empresas, iglesias, ministerios y organizaciones.
Quienes esperan que el diablo venga a derribar sus paredes con un inmenso taladro se llevan la sorpresa de ver que él empieza una demolición con una pequeñísima uña, luego con un dedo, después con la mano, luego con todo su cuerpo y finalmente con todo su ejército. Y fue con este sueño que Dios libró a un discípulo suyo. Y posiblemente te esté librando a ti también en el día de hoy al leer este devocional.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.