A pesar de tener una agenda atiborrada, de ser requerido en diversas poblaciones por enfermos, endemoniados y angustiados; y de ser abordado por miles de seguidores, doctores de la ley, fariseos, saduceos y hasta sus familiares, en los evangelios nunca encontramos a Jesucristo ni ansioso, ni estresado, ni apurado ni faltando a una cita o llegando tarde a la misma. ¿Cuál era su secreto? Hay mucho que aprender de Jesús, pero por lo breve del espacio resaltemos sólo diez elementos de su vida que nos ayudarán:
Primero que todo Jesús nunca se desenfocó del plan para el cual vino a este mundo, el de redimir a la humanidad muriendo en la cruz. Por eso pudo decir “NO” a todo lo demás.
Segundo, Él sabía que había cosas que sí debía hacer y otras que no debía hacer, por lo cual no se permitió enfermarse mentalmente pensando que los incas, los aztecas y otras civilizaciones de su tiempo sólo oirían de Él 15 siglos después.
Tercero, sabía trabajar, comer, descansar y dormir, pues al estar dentro de un cuerpo humano debía cuidarlo.
Cuarto, supo delegar, ya que había cosas que sólo Él podía hacer, pero había otras que las mandaba a hacer y las supervisaba.
Quinto, aprovechaba el tiempo, comenzando desde muy temprano y retirándose tarde, luego de haber trabajado sin pereza.
Sexto, no se quejaba de lo que no tenía o de lo que no le era dado hacer, sino que se ocupaba de las obras que el Padre le había encomendado y las hacía a satisfacción. Fue por eso que nunca hizo una protesta por no haber ido a Roma o Atenas, o por no tener un barco propio o al menos un carruaje.
Séptimo, comenzaba y terminaba sus días con oración y en la mitad dejaba que el poder del Padre fluyera a través de Él.
Octavo, agradeció al Padre por poder dar de comer a miles, sin amargarse pensando en los otros miles a los que no les calmó el hambre.
Noveno, no hacía planes personales y luego oraba y ayunaba para que el Padre se los cumpliera, sino que oraba indagando por los planes del Padre para Él y después los obedecía al pie de la letra. Era así que se cumplía lo que estaba escrito acerca de Él desde siglos antes.
Y en décimo lugar, dejó la Biblia, gente preparada y a la persona del Espíritu Santo, para que hoy continuáramos la obra que Él inició.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.