¿Cómo se le llama a ese sentimiento de rabia que uno experimenta cuando una persona logra lo que yo todavía no he alcanzado? ¿Cuál palabra define el malestar que me causa ver que otros prosperan mucho más que yo? ¿Cómo podría llamarle a la frustración que experimento por no ser yo la persona a la que más admiran o aplauden? ¿Y por qué a veces me da ganas de que a otra persona las cosas le salgan mal y fracase simplemente porque le va mejor que a mí? La respuesta a todas estas preguntas es: ENVIDIA.
La Real Academia Española dice en la edición 22 de su diccionario que la palabra envidia es el pesar por el bien ajeno. Y sobre ella el moralista e historiador griego Plutarco dijo: “Entre los desórdenes del alma, la envidia es el único inconfesable”. Y es verdad, pues qué vergonzoso es tener que reconocer que uno la padece. Por su parte el escritor español Francisco De Quevedo Y Villegas dijo sobre esta enfermedad: “La envidia va tan flaca y amarilla porque muerde y no come”. Dejando muy en claro con esta figura literaria que aunque la envidia rasga, rompe y mastica el alimento, éste no le aprovecha, porque no lo traga.
El sabio Salomón escribió en el libro de Proverbios que hay algo que la envidia si come, es más, carcome, y son los huesos de la persona que la padece. La envidia va corroyendo, minando poco a poco, la fuerza y vitalidad de la persona, hasta consumirla. La envidia mata, ¡oh sí, sin misericordia! Y no hay forma de evitarla.
Pero no te desanimes, porque sí hay manera de tratarla para poder neutralizarla.
Lo primero que hay que hacer es reconocer que la padecemos. Y eso significa hacer todo lo contrario de lo que dijo Plutarco. La envidia hay que confesarla, sacarla de nosotros como se saca al pecado, porque si tratamos de esconderla sería como ocultar un animal muerto debajo de la cama.
Después hay que hacer todo lo contrario de lo que dijo Francisco De Quevedo Y Villegas, hay que comerla, tragarla, antes de que la envidia nos coma a nosotros. Y como se trata de digestión espiritual es Dios quien nos limpia y sana completamente en tanto que reprogramamos nuestra mente de acuerdo a lo que Él nos enseña. Esto quiere decir que voy a dar gracias al Señor por los logros de la persona que envidio, aunque ella sea una fanfarrona y aunque yo me sienta como un hipócrita orando por ella. Dios sabe que lo estoy haciendo en fe y por obediencia.
Y finalmente, sin exagerar o minimizar los méritos ajenos, ver, valorar y aprender de dichos individuos en esas áreas en que yo aún no he logrado la victoria.
Si quieres seguir recibiendo los «Devocionales en Pijama» cada día, en tu correo electrónico, o para que le llegue a un amigo, suscríbete a nuestro boletín gratuito en la parte superior derecha de esta página. Saber tu nombre, apellido y país, nos permitirá escribirte de manera personalizada y compartirte notas de interés en tu país.
Si quieres que seamos amigos en Facebook sólo marca «Me gusta» en la siguiente página: https://www.facebook.com/donizettibarrios
Ahora, si deseas disfrutar de buena música orgánica con sonido estéreo digital de alta resolución, da clic AQUÍ.
Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.