(1 Corintios 8:1-13; 10:23-29).
En la ciudad de Corinto acontecía que en los templos paganos se hacían sacrificios de reces a sus dioses, y al otro día, la carne de esos animales se vendía en las carnicerías a un precio más barato.
Los cristianos de escasos recursos aprovechaban la oferta y compraban esa carne, pero algunos de conciencia débil veían eso como un pecado, pues les parecía que no era correcto comerse algo que en la noche anterior había sido ofrecido a un dios griego.
Y como el asunto se puso difícil decidieron escribirle al apóstol Pablo para que diera su parecer. El apóstol, en palabras de hoy, les dijo algo así como esto:
“Oigan señores, Dios no hay sino uno, así que cuando los paganos entran a sus templos y le sacrifican una vaca a sus dioses, la verdad es que no se la están ofreciendo a esos dioses, pues los tales no existen.
Dichos sacrificios en realidad se los están dando es a los demonios. Y si ustedes consideran que comer esa carne no tiene nada de malo, no afecta sus conciencias, no les hace sentir mal delante de Dios, pues manos a la obra, cómprenla, aprovechen la promoción y prepárense un buen asadito, con papitas a la francesa, o con ensalada de papa, zanahoria y mayonesa, o con ensalada de lechuga y tomate. Y disfruten, gocen. ¡Ah! Pero un detalle!
Si se aparece por allí uno de esos hermanos de la congregación que tiene conciencia débil, que piensa que comer de esa carne es pecado y les saca una lista de versículos de la Biblia fuera de contexto y se los recita de memoria y se jacta de ser más santo que los demás, pues ténganle paciencia, no se amarguen, no se enojen.
Metan esa carne al congelador, no se la coman, y más bien preparen pollito asado, o unos emparedados, o frían unos huevos.
Ustedes saben que comer esa carne no tiene nada de malo, pero por razón de no serle tropiezo a esa persona débil en la fe absténganse de ingerirla, y mírenle con amor, con misericordia.
Piensen que ese conocimiento que ustedes tienen puede envanecerlos, hacerlos sentir superiores, pero en cambio, si desechan tal conocimiento en ese momento y más bien se llenan de amor, ese amor será de edificación, no de división.
Y cuando un no cristiano los invite a comer, vayan y coman, sin necesidad de andar preguntando nada sobre la carne y la carnicería, den gracias a Dios y coman tranquilos. Buenos señores, feliz almuerzo”.
Hasta allí, lo que podría ser el comentario del apóstol Pablo recreado de manera coloquial para nuestros días.
En definitiva, la enseñanza de lo anterior es que tengamos amor para con los débiles en la fe en lugar de trenzarnos en discusiones con ellos.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.