(Juan 14:27; 1 Pedro 3:11; Romanos 12:18).
Si piensas cambiarte de casa porque tienes vecinos muy conflictivos, no lo hagas tan aprisa, mas bien, carga, apunta y fuego. Y lo mismo debes hacer si tienes compañeros de trabajo inaguantables. O si te encuentras con esos odiositos en el colegio, la universidad, la calle, el banco, el supermercado, el parque, la iglesia y hasta en tu propia casa. Porque están diseminados por todas partes y aparecen de repente y sin invitación.
La noticia es que en todas partes y toda la vida vas a encontrarte con personas ásperas en el trato. Eso es inevitable. Decirte que te vayas a algún lugar del planeta donde no haya gente problemática es imposible, porque donde haya más de un ser humano siempre habrá la posibilidad de un conflicto. De manera que dejemos de asumir el papel de víctimas y preparémonos para enfrentar la realidad de que gente odiosa hay por todas partes y que por ello nuestra misión es aprender a lidiar con ellas.
Si a un policía lo preparan para enfrentarse con delincuentes y a un médico con gente enferma, preparémonos para manejar conflictos. Y si estás en una empresa dirigiendo personal, o criando hijos, o viviendo en pareja, o liderando en una iglesia, asúmelo, el manejo de las relaciones humanas determinará tu éxito o fracaso.
Muy bien, superada la primera etapa, lo segundo será revisar nuestro equipo de combate. Ningún bombero se va a apagar un incendio olvidando llevar el agua. Así nosotros, como agentes de paz, como pacificadores de Dios, debemos cerciorarnos de estar revestidos de la paz de Dios.
Nadie puede dar de lo que no tiene, de forma tal que debemos llenarnos de la paz de Dios, de aquella de la cual dijo Jesús:
“Mi paz os dejo, mi paz os doy, yo no la doy como el mundo la da, superficialmente, sino interiormente, en lo profundo del corazón, una paz que es a prueba de guerras”.
En tercer lugar, debemos proceder a tomar el arma del amor, no armas que matan el cuerpo, sino armas que dan vida. Porque nadie necesita tanto amor como aquel que no lo puede dar. Y los odiosos en realidad son personas sumamente carentes de afecto, de comprensión.
Lamentablemente, en lugar de reconocer su necesidad, se pelean con todo el mundo, como si los demás fuesen los culpables de su situación.
Pero lo que ellos no sospechan es que se encontrarán contigo, un sembrador de paz, un agente de Dios, alguien que en lugar de pelearles, les va a disparar con el arma del amor, un arma que no suena bang… bang… sino que suena paz… paz…
Entonces, carga, apunta y fuego. ¡Y que Dios nos libre de ser odiosos!
Porque puede pasar como el mal aliento, que todos lo perciben, menos nosotros. ¡Y qué triste ser odiosos sin saberlo o sin aceptarlo!
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.